¿De qué depende que tu bebé duerma bien?

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Tu bebé ha nacido preparado para dormir bien. Aplica estas 5 pautas y favorecerás que su descanso sea perfecto.

Antes de nada, para que tu bebé duerma bien, comprende su sueño

Todos los bebés nacen preparados para dormir bien. Lo que ocurre es que al principio lo hacen a su manera, que no es la misma que la nuestra. Saberlo te ayudará a no agobiarte y a favorecer el descanso correcto de tu hijo.

¿La clave? Respetar su ritmo inicial y al mismo tiempo crear un entorno y una rutina que, poco a poco, le ayuden a fijar buenos hábitos de sueño”. ¿Cuáles son las claves para conseguirlo?

1. Tu calma y tu tranquilidad

El niño es muy sensible a tus emociones. Si te agobias al llevarle a dormir, lo notará y se tensará. Mantén una actitud relajada cuando le vayas a acostar y apaga el teléfono y otros elementos de distracción, para concentrarte en la tarea y disfrutarla con calma.

2. Un entorno adecuado

La habitación del bebé debe tener luz natural, ventilarse a diario y ser silenciosa. Aunque uses algún dispositivo “vigila bebés”, es preferible que se encuentre cerca de la tuya.

La temperatura debe oscilar entre los 20 y los 22°C y es bueno que haya cierto grado de humedad, para prevenir la sequedad de piel y mucosas.

Si el ambiente es muy seco, puedes poner un humidificador de vapor frío (una hora antes de acostar al niño) o colgar un recipiente con agua en el radiador. Eso sí, coloca el humidificador lejos de sus manitas y no pongas la cuna cerca de un radiador o fuente de calor ni junto a cortinas largas.

Los textiles (cortinas, alfombras, cojines, etc.) tienen que ser de fibras naturales para evitar alergias. Y que se puedan lavar con facilidad, ya que es muy probable que se manchen.

Es recomendable que las ventanas estén vestidas con visillos cortos traslúcidos y ligeros (comprueba que el niño no puede llegar a sus cuerdas en ningún caso), que permitan aprovechar la luz natural, y no se aconseja el uso de moquetas, porque acumulan gran cantidad de ácaros.

Las luces de la habitación del pequeño deben ser suaves e indirectas, para evitar que incidan en sus ojos, y moverse con facilidad, para ajustarse a las necesidades.

3. Una cuna segura

Es el mueble más importante, adquiérelo en un establecimiento de garantía. Y ten en cuenta:

  • Si es de madera, su pintura o barniz ha de ser tóxico.
  • El espacio entre los barrotes no debe ser mayor de 6 cm, desde encima del colchón hasta la barandilla ha de tener como mínimo 50 cm y el espacio entre el colchón y los barrotes no debe ser mayor de dos dedos en ningún punto.
  • La barrera abatible ha de estar bloqueada siempre que el niño esté en la cuna.  Cuando el bebé se siente o se ponga de pie, baja el somier; y cuando la barandilla le llegue al pecho tendrás que pasarle a una cama.
  • El colchón puede ser de diferentes materiales: fibra de coco (anti-humedad y transpirable), viscoelástica (sensible a la forma y temperatura del cuerpo), látex (hipoalergénico y transpirable)… Sea del material que sea, no debe hundirse con el peso del niño. Si la cuna es heredada (no uses ninguna de más de 10 años de antigüedad), cambia el colchón por uno nuevo, más firme.
  • Las sábanas de la cuna deben ser de algodón 100%, no de franela ni de ninguna otra fibra que suelte pelusas.
  • Y un apunte: si el niño tiene reflujo puede que el pediatra te aconseje poner algo bajo el colchón para elevar el cabecero.

4. Una rutina diaria

Nada es más eficaz para lograr que el bebé duerma bien que inculcar rutinas de descanso. Aunque hasta los 3-4 meses no será capaz de dormir sin despertarse para comer (algunos tardan más) es esencial que establezcas un orden de actividades previas al sueño cuanto antes. Empieza a ponerlas en práctica hacia las 6 semanas de vida:

  • Acuéstale (siestas y sueño nocturno) y despiértale más o menos a la misma hora todos los días.
  • Crea un ritual para dormir y despertar. Lo más extendido es acostarle después del baño y de la cena, pero si tu bebé es de los que se activan con el agua, báñale por la mañana.
  • Es estupendo que, entre la cena y la cuna, pases un tiempo tranquilo con él, hablándole, cantando o poniéndole música relajante; si utilizas siempre la misma, la asociará con el sueño y le ayudará a dormir.
  • Para que distinga entre el día y la noche, procura que haya diferencias entre las siestas y el sueño nocturno. No bajes del todo las persianas cuando duerma de día y deja que esté en un entorno activo, con sonidos suaves.
  • Sé constante con las rutinas: no las cambies cada poco para ver si hay otra que funciona mejor.

5. Una estimulación justa

En la habitación del niño sigue la máxima de “menos es más”. En las primeras semanas de vida, los ojos del niño no serán capaces de distinguir bien formas y colores, pero cuando lo haga tener demasiada estimulación en la habitación puede interferir en su descanso.

Es mejor que las paredes y la ropa de cuna tengan colores suaves, que inviten al sueño y no alteren sus nervios. El exceso de juguetes, además de resultar peligroso, puede estimular demasiado al niño: poner un móvil en la cuna, para que se distraiga cuando se despierte, y un doudou, para que se sienta “acompañado”, es suficiente. Para mantener el orden, sitúa cajas y estructuras de almacenaje, así el cuarto estará despejado.

“Y recuerda que antes de acostarle es importante no practicar con él juegos o actividades muy estimulantes, que dificulten el modo en que concilia el sueño”.

Por: Redacción Pediatría y Familia

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