La fiebre y su bebé

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La fiebre y su bebé

La temperatura normal de su hijo variará con la edad, la actividad y la hora del día. Los niños pequeños tienden a tener temperaturas más altas que los niños mayores, y la temperatura de todos es más alta al final de la tarde y al comenzar la noche y más baja entre la media noche y temprano por la mañana. Normalmente, una lectura rectal de 100.4 grados Fahrenheit (38 grados Celsius) o menos, o una lectura oral de 99 grados Fahrenheit (37.2 grados Celsius) o menos, se considera normal, mientras que lecturas más altas indican fiebre.

Por sí sola, la fiebre no es una enfermedad. Más bien, es una señal o síntoma de enfermedad. De hecho, usualmente es un síntoma positivo de que el cuerpo está combatiendo una infección. La fiebre estimula ciertas defensas, como los glóbulos blancos, que atacan y destruyen las bacterias invasivas.

La fiebre en realidad puede ser importante para ayudar a su hijo a combatir la infección. Sin embargo, la fiebre puede hacer que su hijo está incómodo. Aumenta la necesidad de líquidos y hace que el ritmo cardíaco y velocidad de respiración sean más rápidos. La fiebre más comúnmente acompaña las enfermedades respiratorias como el crup o la neumonía, las infecciones del oído, la influenza (gripe), los resfriados severos y los dolores de garganta. Tambián puede ocurrir con infecciones intestinales, de la sangre o del tracto urinario, inflamación del cerebro y de la columna (meningitis) y con una amplia variedad de enfermedades virales.

En los niños entre los seis meses y cinco años de edad, la fiebre puede desencadenar convulsiones, llamadas convulsiones febriles. Estas convulsiones tienden a ser hereditarias en las familias, y usualmente ocurren durante las primeras horas de una enfermedad febril. Es posible que los niños luzcan de forma “peculiar” por unos momentos, luego se agarroten y traben los ojos. No estarán lúcidos por un período de tiempo corto, y su piel puede verse un poco más oscura que lo normal durante el episodio. La convulsión entera normalmente dura menos de un minuto, y puede haber terminado en unos cuantos segundos, pero puede parecer una eternidad para un padre asustado. A pesar de no ser algo común, las convulsiones pueden durar hasta quince minutos o más. Es reconfortante saber que las convulsiones febriles casi siempre no son perjudiciales, no causan daño cerebral, problemas de sistema nervioso, parálisis, retraso mental o muerte; sin embargo, se debe informar de inmediato a su pediatra. Si su hijo está teniendo dificultad para respirar o la convulsión (que tambián se conoce como ataque) no se detiene en quince minutos, llame al 911.

Los niños que tienen menos de un año cuando sufren su primera convulsión febril simple tienen aproximadamente un 50 por ciento de probabilidad de sufrir de otro ataque, mientras que los niños que tienen más de un año de edad cuando sufren su primer ataque tienen aproximadamente un 30 por ciento de probabilidad de tener un segundo. Sin embargo, las convulsiones febriles rara vez ocurren más de una vez en un período de veinticuatro horas (un día). A pesar de que varios padres se preocupan de que una convulsión febril llevará a la epilepsia, tenga en cuenta que los ataques epilápticos no son causados por fiebre, y los niños con un historial de convulsiones relacionadas con fiebre, solamente tienen una probabilidad ligeramente más alta de presentar epilepsia para los siete años de edad.

Un problema poco común pero grave que se confunde fácilmente con la fiebre es la hipertermia o insolación. Este no es causado por una infección ni por condiciones internas, sino por el calor que lo rodea. Puede ocurrir cuando un niño está en un lugar muy caliente, por ejemplo, una playa calurosa a mitad del verano o un automóvil cerrado que se sobrecalienta en un día de verano. Dejar a los niños sin atención en automóviles cerrados es la causa de varias muertes al año; nunca deje a un bebá o un niño pequeño sin atención en un automóvil cerrado, ni siquiera por unos minutos. La hipertermia puede ocurrir tambián si un bebá tiene demasiada ropa en un clima caliente y húmedo. Bajo estas circunstancias, la temperatura del cuerpo puede subir a niveles peligrosos (por encima de 105 grados Fahrenheit 40.5 grados Celsius), lo cual se debe reducir rápidamente con un baño de esponja de agua fría, un ventilador y retirar al niño hacia un lugar fresco. Despuás de haber enfriado al niño, debe llevarlo inmediatamente al pediatra o a la sala de emergencias. La hipertermia es una condición de emergencia.

Cuando considere que su hijo tiene fiebre, tómele la temperatura con un termómetro. Sentirle la piel (o usar una cinta sensible a la temperatura) no es es un mátodo preciso, especialmente si el niño tiene escalofríos.

La información contenida en este sitio web no debe usarse como sustituto al consejo y cuidado médico de su pediatra. Puede haber muchas variaciones en el tratamiento que su pediatra podría recomendar basado en hechos y circunstancias individuales.

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