El lenguaje del cuerpo es algo universal, elevamos y bajamos la cabeza para asentir, la giramos de un lado al otro para negar, encogemos los hombros cuando no sabemos algo o levantamos las cejas como signo de sorpresa. Esta es la prueba de que no siempre tenemos que hablar para explicar algo.
Los padres muchas veces utilizamos estos gestos con los niños para evitar gritar, para no decir algo inoportuno o porque diríamos tanto que es mejor no decir nada. Es más, muchas veces tan solo utilizamos una mirada, y es que el poder de la mirada en la educación de los hijos es aplastante.
Lo que puede lograr una sola mirada en la educación de los hijos
Las personas podemos hablar con los ojos, una mirada puede expresar amor, enfado, cansancio, o hartazgo, la mirada indica si estamos felices o tristes, transmite pensamientos positivos o negativos.
El movimiento de los ojos en una dirección, la realización de gestos con las cejas y el parpadeo dice mucho más, en ocasiones, que un largo, aburrido e insoportable soliloquio. Es, en definitiva, parte del lenguaje verbal que utilizamos.
Todos los sabemos y lo hemos sufrido en alguna ocasión, una sola mirada, una de las feas y malas, puede llegar a dejarte realmente aplastado. O, al revés, una mirada tierna, llena de cariño puede alegrarte el día.
Pues bien, los padres también utilizamos las miradas a la hora de educar a los hijos. ¿Quién no ha lanzado una de esas “miradas asesinas” cuando los niños se están pegando?, ¿acaso nunca has mirado con ira a tus hijos al ver la habitación hecha un desastre y no has tenido que decir nada más?, ¿te has dado cuenta que una mirada amenazadora hace que los niños detengan en seco esa pifia que estaban preparando?
Es un hecho, las miradas de reojo, las miradas frontales, las directas o las inquisitivas funcionan, y si con ellas cruzas los brazos, agachas la cabeza y elevas los ojos, es ya indicativo para nuestros hijos que, o cambian de actitud, o algo realmente gordo se avecina.
Es posible que si los expertos analizan la psicología de la mirada, nos lleguen a advertir a los padres sobre el impacto negativo que puede tener sobre los hijos. Sinceramente, hasta el momento, no he encontrado información al respecto, ahí dejo un campo abonado para afrontar un nuevo reto en psicología infantil…
Pero, retomando la forma en la que los padres utilizamos la mirada como advertencia a los hijos, creo que es una solución mejor frente los gritos, las palabras amenazadoras, el cachete y además… ¡funciona!
Las miradas sirven para mucho, no solo pueden detener el caos en casa, una pelea entre hermanos o una incipiente travesura, también las utilizamos para obtener información de nuestros hijos, es la mirada insistente, la mirada para cazar al mentiroso.
Y es que, se suele decir que aquel que miente no es capaz de aguantar la mirada, por lo que los padres utilizamos nuestra mirada más inquisitiva para saber en qué nos están mintiendo nuestros hijos y, aprendemos que cuando ya conocen el truco de la mirada insistente, pueden intentar mantenernos la mirada con demasiada energía para intentar convencernos de algo que no es cierto.
En definitiva, no debemos subestimar el poder de las miradas, ni las miradas de enfado, ni las miradas de amor, porque con ellas y frente a nuestros hijos, en ocasiones, sobran las palabras. Adaptando el dicho… “una mirada vale más que mil palabras”
Guía Infantil | Alba Caraballo Folgado