Tanto en niños como en adultos, la exposición continua a situaciones estresantes puede originar problemas de salud: en el sistema inmunitario, alteraciones hormonales que dificultan la regeneración de tejidos del organismo, en la mucosa intestinal, en la memoria, a nivel dermatológico, así como hipertensión o contracturas musculares.
Además, en el caso de los niños, el estrés tiene importantes efectos sobre su cerebro al estar todavía formándose.
Los efectos negativos del estrés
Los bebés no son capaces de gestionar el estrés porque hasta los 3 ó 4 años no están operativas las estructuras que lo modulan.
Por este motivo, no hay que ignorar su llanto ni dejarlos solos, porque son las situaciones que más los asustan y, por lo tanto, las que tienen un importante impacto negativo a nivel cerebral.
Cuando los bebés sienten miedo liberan cortisol y adrenalina, hecho que colapsa el sistema límbico. Para contrarrestar sus efectos, el cerebro libera endorfinas con el fin de calmarlos.
Cuando esta situación se repite con asiduidad, la amígdala se insensibiliza, dando lugar a niños distantes, con menor autoestima, menos empáticos y con posibilidad de sufrir más ansiedad en la vida adulta.
Un ejemplo de situación que les causa mucho estrés es dejarlos llorar por la noche para que aprendan a dormirse solos.
Si sienten a menudo estrés puede convertirse en niños distantes, con menor autoestima y menos empáticos
Creo que es importante insistir en que los niños se acaban durmiendo por el llanto, por el cansancio que les genera y el efecto de las endorfinas; en ningún caso han aprendido a dormirse. Estos métodos se basan en el shock emocional; por eso, cuanto más pequeños son los bebés, mejor funcionan, pues es más fácil asustarlos.
Las secuelas del estrés son impredecibles y muy dañinas tanto a corto, a medio como a largo plazo, así que es preferible evitarlo.
Su bienestar depende de nosotros
Depende de la edad de la criatura, pueden sufrir más estrés dependiendo del motivo.
Niños de entre 0 y 3 años
Los niños de estas edades se inquietan cuando no tienen cubiertas sus necesidades básicas, como, por ejemplo, cuando tienen hambre, frío…
Aunque, sin lugar a dudas, lo que más los estresa es la ausencia de vínculo con el cuidador o, simplemente, el hecho de que no esté presente.
Lo que más les estresa es la ausencia de vínculo con su madre o su padre. También les afecta el exceso de estímulos porque activan su nerviosismo, y ellos, como ya hemos dicho, todavía no disponen de recursos para gestionarlo. En cualquiera de los casos, es imprescindible reconfortarlos.
Entre los 4 y los 6 años
Además de las cuestiones anteriores, a los niños también les causa ansiedad intuir que los estamos engañando. A los adultos nos ocurre lo mismo, sentirnos y sabernos engañados es de los factores más estresantes que existen.
También se sienten así cuando consideran que sus razonamientos no son comprendidos.
Entre los 7 y los 12 años
Continúan afectándoles todas las situaciones descritas más arriba, pero aparece un factor influyente: su necesidad de sentirse aceptado tanto por sus padres, como por su grupo de iguales.
A lo largo de la vida
Los niños se pueden encontrar con situaciones estresantes que nosotros no podremos evitar ni controlar: un cambio de escuela, de domicilio, la separación de los padres, la pérdida de un ser querido, de su mascota, etc.
Por eso se trata de tener en cuenta aquellas que sí dependen de nosotros, para minimizar el efecto de las que se presenten de imprevisto.
Reconoce los síntomas del estrés
Saber si nuestro hijo está o no estresado no siempre es fácil, sobre todo cuando son muy pequeños y aún no tienen la capacidad de explicarnos qué les está pasando.
- Cambios de hábitos, como empezar a chuparse el dedo, enroscarse el pelo en el dedo, mostrarse más irritable, son algunas de las señales de que algo no va del todo bien.
- A medida que van creciendo, prestaremos especial atención si observamos que nos miente, que se muestra agresivo con otros niños e incluso con los adultos…
- Independientemente de su edad, a los niños estresados les suele costar conciliar el sueño, tienen pesadillas, les cambia el carácter, su humor, y hasta pueden volver a mojar la cama, aunque haga tiempo que ya no lo hacían. También es cierto que estos síntomas pueden reflejar otras cosas, así que tampoco es cuestión de agobiarnos nosotros ahora.
Dedicarles tiempo de calidad, atender su llanto, sus reclamos y sus necesidades son las herramientas más efectivas para proporcionar a los niños una vida feliz y tranquila, sin miedos que los angustien.