Cómo saber si los padres generamos respeto o miedo a nuestros hijos

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Cómo saber si los padres generamos respeto o miedo a nuestros hijos

Descubre si tu hijo te tiene miedo o si te respeta como padre.

Uno de nuestros principales objetivos como padres es lograr establecer límites claros con nuestros hijos, que les permitan entender lo que es aceptable y lo que no, que les ayuden a esforzarse por lo que desean, a regular su conducta en los diferentes ambientes en que se mueven, a desarrollar valores y a establecer relaciones sociales positivas con adultos y pares. En este camino siempre tenemos las mejores intenciones, sin embargo, el reto de hacerlo de forma firme pero amorosa, teniendo como base el respeto, no es cosa fácil. Sin darnos cuenta, en ocasiones acabamos generando miedo a nuestros hijos.

Generar respeto vs educar a los niños con miedo

Hay niños dóciles y suaves con quienes el proceso de crianza y educación se vuelve más relajado. Sin embargo, hay niños más rebeldes y tempestuosos a quienes les cuesta aceptar que no pueden hacer en todo momento lo que desean y es aquí que, algunos padres en la necesidad de mostrarles el camino, pueden forzar demasiado la cuerda y hacer que les obedezcan por miedo, más que por respeto y no solo eso, sino que en el proceso generen resentimiento hacia ellos.

A continuación, te propongo algunas diferencias que nos permiten ver qué tipo de manejo lleva al miedo y cual al respeto. ¿Con cuáles te sientes más identificado como padre?

Actitudes que generan miedo a los niños

– Los mensajes son contradictorios, los padres muchas veces castigan ciertos comportamientos que son comunes y frecuentes en ellos como adultos o les piden responder de cierta forma que es opuesta a lo que ellos comúnmente hacen.

– Todas las decisiones vienen de los padres sin tomar nunca en cuenta las opiniones de sus hijos.

– Se amenaza continuamente con consecuencias severas y casi nunca relacionadas con la falta cometida.

– Los padres reaccionan según su estado de ánimo. En ocasiones una falta no tan grave puede ser castigada si los padres están de mal humor, por el contrario, cosas más serias las pueden dejar pasar cuando están distraídos o con amigos, esto genera incertidumbre y confusión en los niños.

– Se descalifica al niño y no a la conducta. Por ejemplo: ‘eres un flojo’, ‘un grosero’, ‘un inútil’.

– Los padres con frecuencia pierden el control y pueden llegar a usar castigos físicos.

– Los padres se muestran intransigentes e inamovibles una vez que han señalado un límite. Temen perder el control.

Las claves para educar desde el respeto

– Lo que se enseña, se modela con el ejemplo. La mejor forma de mostrar lo que se espera de los hijos, es hacerlo como padres.

– Según la edad de los hijos se les va permitiendo que decidan en temas que les atañen directamente dándoles un número limitado de opciones, haciéndoles sentir que su opinión es importante y permitiendo que desarrollen gradualmente su autonomía y capacidad de distinguir lo correcto de lo incorrecto.

 Las consecuencias son lógicas y están relacionadas directamente con la falta. En la mayoría de las ocasiones se busca que se repare el daño y el niño entienda el daño que generó cierta conducta.

– Hay consistencia y las mismas faltas tienen siempre las mismas consecuencias. Los niños tienen claridad en lo que se espera de ellos en cada situación.

– Se deja claro que la conducta es lo que hay que corregir, pero que esa no define al niño. Por ejemplo: ‘Necesitas esforzarte más’, ‘No está bien usar malas palabras’, ‘Debes tener más cuidado’.

– Nunca se disciplina con violencia.

– Los padres pueden, en ciertas ocasiones, ceder un poco o negociar con sus hijos en temas que no son trascendentes ‘controlando’ en el fondo la situación.

Por último, uno de los aspectos básicos para hacer sentir a nuestros hijos siempre queridos y generar un clima de respeto mutuo es escucharlos y demostrarles que entendemos cómo se sienten, darles un momento para manejar su enojo y después, cuando estén calmados, explicarles la consecuencia que habrá para determinado comportamiento.

Guía Infantil | Gabriela Matienzo

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