Jorg… ¡¡digo Sergio!! Aún recuerdo la facilidad con la que mi madre confundía el nombre de mi hermano. Y cómo a veces intercambiaba el nombre de mi hermana con el mío. Lo peor de todo es que años después (muchos años después) la historia se repite: ahora soy yo la que confunde los nombres de mis hijos. Pero no soy la única. Por lo visto es algo que le sucede a la mayoría de madres… ¿Por qué? Aquí llega la explicación a este gran dilema.
Por fin se descubre por qué las madres confunden el nombre de sus hijos
Este gran misterio dio pie a un estudio en toda regla. Esta vez los encargados han sido psicólogos y neurocientíficos de la universidad norteamericana Duke University. Lo primero que han descartaron es que la causa tenga que ver con la edad de las madres. De hecho, para el estudio escogieron madres de todas las edades. El problema era común. No es pues la edad, ni la nacionalidad, ni la raza… Ni tiene que ver con el parecido físico de los hijos. ¿Qué es, entonces? La razón es un mero error cognitivo.
1. Sucede sobre todo con nombres similares desde el punto de vista fonético. Es muy común confundir Jorge con Sergio, Carmen con Raquel, Sara con Sandra… Nombres que comparten letras, o comienzan por la misma inicial.
2. También con mascotas. El estudio ha demostrado que también sucede con el nombre de las mascotas. Es decir, que las madres (y padres) también confunden el nombre de sus hijos con el de las mascotas.
3. Formamos grupos de nombres según el vínculo. Sin embargo, otras veces nos dirigimos a un hijo e intercambiamos su nombre con el de la hija. ¿Esto por qué ocurre? A menudo se intercambia un nombre que no tiene similitud fonética porque comparte vínculos similares con nosotros. Es decir, los hijos comparten un mismo vínculo con sus padres, de ahí que al pensar en ellos el cerebro nos juegue una mala pasada. Sucedería lo mismo con el grupo de amigos. Tal vez te haya sucedido y hayas confundido el nombre de un amigo al hablar de él con otros amigos…
La conclusión del estudio es esta: el cerebro tiende a relacionar a las personas de nuestro entorno por grupos: la familia, los amigos, los compañeros de trabajo… Y lo hace, sí, para ahorrar espacio. Si el cerebro se despista en un momento en el que vamos acelerados o nuestros pensamientos van muy rápido, sucede la confusión, aunque en seguida reaccionamos remendando el error.
Así que si te sucede, si alguna vez llamaste a José , Juan… o a María, Miriam, no pasa nada. La culpa la tiene el cerebro, y su peculiar manera de organizar y recuperar la información. No intentes formatear el disco duro. No tienes escapatoria.
Guía Infantil | Estefanía Esteban