Los castigos deben ser siempre el último recurso y no lo primero que apliquemos ante una conducta desobediente, desafiante o fuera de lugar. Si lo que realmente pretendemos es que nuestros hijos aprendan a respetar las normas y los límites establecidos en casa o fuera de ella de un modo efectivo, que entiendan qué es lo que está bien y qué no, más que castigar hay que ser un ejemplo a seguir a parte de intentar reforzar siempre que sea posible sus conductas adecuadas.
Sin embargo hay ocasiones que es necesario enseñar a nuestros hijos las consecuencias negativas que tienen sus actos aplicando sanciones a su comportamiento inadecuado. Y aunque yo personalmente apuesto más por las consecuencias educativas, los castigos puntuales tienen también su espacio en nuestra labor educativa.
Tipos de castigos en función de la edad del niño
Lo primero que debemos tener en cuenta a la hora de aplicar castigos es que para que sea educativo debe ser equilibrado, excepcional, coherente y aplicable. Si hay algo que resta credibilidad a los padres es un castigo que no se aplica o que se levanta al poco tiempo de asignarlo por ser excesivo o demasiado severo.
1. A partir de los 2 años: Reprimendas verbales. Las reprimendas verbales son un tipo de castigo que puede ser utilizado muy de vez en cuando como por ejemplo en situaciones que entrañen algún tipo de peligro para nuestros hijos o para los demás. Se trata de una forma de sancionar un comportamiento inadecuado utilizando un tono de voz enérgico y firme, sin salidas de tono ni confrontaciones con nuestros hijos.
Los niños pequeños son muy sensibles a esta técnica si se usa moderadamente y no estamos todo el día gritándoles por cualquier cosa. Una reprimenda verbal por cruzar la calle sin mirar o por intentar tocar una sartén que esté en el fuego es suficiente castigo para un niño pequeño que debe aprender que esas situaciones son peligrosas.
2. A partir de los 3 años: Sobrecorrección. Éste es uno tipo de castigo muy eficaz, que utiliza consecuencias punitivas basadas en el esfuerzo. Es decir, cuando utilizamos la sobrecorrección, usamos consecuencias naturales para romper con los malos hábitos y para enseñar comportamientos apropiados al mismo tiempo. Por ejemplo, si nuestro hijo de 3 o 4 años tira reiteradamente la comida al suelo, le pediremos que recoja todo lo que ha tirado y nos ayude a limpiar la cocina.
Nos puede resultar muy útil para acabar con aquellos comportamientos indeseables y repetitivos, contra los cuales hemos intentado un montón de cosas y ninguna nos funcionó.
La reparación es una forma de sobrecorrección que consiste precisamente en restaurar el daño causado físico o emocional. Por ejemplo un niño que deliberadamente pinta las paredes de casa o que ha roto algún objeto lanzándolo al suelo se le exige que limpie las paredes que ha ensuciado o que reponga con su dinero el objeto que ha roto.
3. De los 2 a los 10 años: Tiempo fuera. El tiempo fuero de refuerzo se aplica retirando al niño pequeño del lugar donde ha tenido una mala conducta como por ejemplo pelear con su hermano, dar patadas a un compañero de juego, lanzar arena a la cara de otros, insultar, desobedecer …
Es una técnica eficaz ante conductas alborotadoras, agresivas y desobedientes. Se trata de alejar al niño de la situación donde ha cometido una mala acción dándole la oportunidad de calmarse fuera del lugar donde ha ocurrido todo. Útil en niños pequeños hasta los 10 años.
La duración del tiempo fuera variará en función de la edad del niño, por lo que intentaremos aplicar no más de un minuto por año. El niño no debe estar permanentemente en un tiempo fuera.
4. Desde los 3-4 años hasta la adolescencia: Sanciones, retirada de privilegios, reforzadores o estímulos. Es el típico castigo de ‘te quedas sin postre’, ‘hoy sin dibujos’, ‘no vas al parque’. Pero también entra en esta categoría de castigo la retirada de juguetes, consolas, tabletas, móviles y ordenadores en el caso de niños más mayores y adolescentes.
No es el tipo de castigo más eficaz debido a que lo usamos con demasiada frecuencia y con poca consistencia. Recordemos que para que un castigo sea eficaz debe ser aplicado de forma inmediata a la conducta que deseemos eliminar, que debe ser justo y adecuado a la edad de nuestros hijos. Dejar una semana sin parque a un niño de 3 años por haber peleado con su hermano sería injusto y poco coherente, en cambio apartarlo del lugar donde se ha producido la pelea quedándose sin jugar momentáneamente será más efectivo.
Guía Infantil | Sara Tarrés