Por qué debemos enseñar a los niños a cocinar en casa y a comer en familia

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Por qué debemos enseñar a los niños a cocinar en casa y a comer en familia

La cultura mediterránea tiene en la cocina y en el acto de cocinar uno de sus pilares más importantes. Lamentablemente, la falta de tiempo en la ajetreada vida de los adultos constituye una de las dificultades que más están influenciando el negativo cambio en los hábitos alimentarios en España. Sin embargo, cocinar en casa y comer en familia son tradiciones que no debemos perder por muchas razones.

La importancia de cocinar en casa 

Los beneficios de la comida casera son conocidos por todo, pero no está demás que nos paramos un momento a pensar en ello, y es que la comida elaborada en casa es, por regla general, más sana y nutritiva, además de mucho más económica.

Además, cocinando en casa exponemos a nuestros hijos a las tradiciones familiares propias de nuestro núcleo familiar, ya que no en todas las casas se come o se cocinan los platos de la misma manera. Por otro lado, cocinando en casa escogemos los alimentos que queremos incluir en la dieta de nuestros hijos, además de seleccionar también la manera de cocinarlos.

Por último, en los niños que comen de manera habitual en familia, según las estadísticas, se observan tendencias de ingestas más saludables. Estos niños suelen escoger frutas, verduras y carbohidratos complejos en detrimento de la bollería industrial o los aperitivos salados. 

Beneficios de sacar tiempo para cocinar en familia 

El hecho de cocinar juntos desde la infancia tiene, además, un efecto increíble en la actitud de los niños hacia la comida:

– Cocinar en casa supone una gran planificación, por supuesto, pero junto con nuestros hijos, podemos elaborar una lista de la compra –practicando la escritura y aprendiendo sobre diferentes alimentos- o preparar un calendario de menús –escuchando las ideas de nuestros hijos e involucrándoles en las pequeñas decisiones.

– Cocinar juntos no es nada aburrido, sino todo lo contrario, aunque es cierto que puede ser más lento y engorroso. Dependiendo de la edad del niño, lavar o cortar verduras puede ser un trabajo ideal, además de poder ayudar con las albóndigas o las croquetas, ¡les encanta mancharse las manos!

– Para niños que son malos comedores, participar en la elaboración de los menús, en la compra o en el cocinado, puede aumentar el atractivo de alimentos que antes no tenían intención de probar.

Disponer de tiempo para cocinar sumado a la necesidad de planificar con antelación para elaborar menús tradicionales no es fácil, pero, si regresamos a nuestras raíces de la dieta mediterránea, tan completa y equilibrada y tan llena de alimentos frescos y de temporada, concienciaremos a nuestros pequeños de la importancia de mantener unos hábitos alimenticios apropiados que perduraran hasta la edad adulta.

Comer en familia, tiempo de calidad para todos

Y hemos hablado mucho de la importancia de cocinar en familia, pero ¿qué pasa con comer en familia eso tan rico que hemos preparado en la cocina? ¿qué supone para el vínculo familiar? Comer juntos, toda la familia, sentados a la mesa, supone un tiempo de calidad para padres e hijos:

– Con el inicio de la alimentación complementaria, comer en familia permite al bebé observar los movimientos de masticación, además de enseñarle cómo se utilizan los cubiertos. Aunque pueda resultar inverosímil, el hecho de observar a un progenitor –o un hermano, por supuesto- consumir los mismos alimentos que él tiene delante, le muestra también a diferenciar lo que es seguro comer y lo que no.

– Comer juntos es ejemplo. Además de para enseñar a los niños buenos modales en la mesa, comer juntos permite al niño observar la actitud del adulto frente a los diferentes alimentos e imitarla, así que, ¡mejor no pongas caras raras en la mesa!

– Comer juntos supone, sobre todo a medida que los hijos van haciéndose mayores, una oportunidad ideal para disfrutar de tiempo en familia, para compartir las actividades del día a día y para alimentar y facilitar la comunicación entre padres e hijos.

– Según estudios sociológicos realizados, estos lazos de comunicación que se afianzan a la hora de la comida son vitales en la adolescencia. Estadísticamente, los adolescentes que comen y han comido de manera habitual en familia se inclinan en menor medida hacia el consumo de alcohol, tabaco o drogas, además de tener hábitos alimentarios más saludables que otros que no comen en familia.

– Permite incluir actividades familiares en la rutina diaria, como un partido de futbol o una salida al cine. Además, para un niño que está acostumbrado a cenar en familia, no resulta difícil entender que hay que cenar un poco más tarde si papá no ha llegado de trabajar y no tendremos que recurrir al picoteo poco saludable.

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