Decir adiós al pañal a partir de los dos años es un paso gigante y un reto importantísimo para la mayoría de los niños en corta edad. Este proceso requiere de mucho tacto.
Según los pediatras, “entre los 22 a 30 meses los pequeños se encuentran en la etapa ideal para aprender a decir adiós a los pañales, como un resultado final de un complejo proceso de aprendizaje”.
De nada nos servirá sentar todos los días al niño en su “patito”, si antes no le hemos enseñado a distinguir cuáles son los signos corporales que le indican que su vejiga o intestinos están llenos.
Para que nuestro hijo acepte el nuevo reto, siempre son bueno unos cuantos trucos. Por ejemplo, podemos animarle a que sea él el que elija su propio orinal. Además, antes de sentarle en su animalito preferido por primera vez, podemos dejar pasar unos días para que puedan acostumbrarse lentamente el uno al otro.
Una vez superada la fase de adaptación del niño, el primer paso que tendremos que dar será instantáneo: identificar cuando es el momento en que el niño sienta necesidad de hacer pis o caca para sentarlo en el orinal. Otro método igualmente efectivo es sentarlo después de la comidas y justo antes de acostarle por la noche.
En ambos casos, tendremos que aguantar entre seis o siete minutos antes de levantarlo. Esperar más sería completamente inútil, pues los niños de esta edad suelen ponerse nerviosos cuando se les obliga a estar quietos demasiado tiempo.
En estas ocasiones, podemos estimular a nuestro hijo abriendo el grifo del lavabo o narrándole algunas historietas para que esté entretenido.
Y cuando el niño realice su primera “proeza”, entonces tendremos que iniciar la “gran guerra”. Tras unos cuantos aplausos por su gran logro, podemos darle una algún dulce o juguete a modo de premio.
Después, volveremos a ponerle los pañales durante tres o cuatro horas, siempre procurando no excedernos de ese periodo, pues es lógico que el niño aún no pueda aguantar mucho tiempo.
También prestaremos especial atención a no reducir demasiado estos intervalos, pues podríamos terminar obsesionándole con el orinal. Varios días después (no más de tres o cuatro) le quitaremos el pañal diurno definitivamente, aún a riesgo de que nos encontremos algún que otro escape en cualquier rincón de la casa. Como en días anteriores seguiremos premiándole con un caramelito o galleta cada vez que consiga aguantar y realizar sus necesidades en el orinal.
A medida que pase el tiempo iremos eliminándole los premios (sólo cuando haga caquita, por ejemplo), hasta quitárselos definitivamente. Una vez que no moje durante la siesta, le puedes quitar el pañal.
Y en cuanto a la protección nocturna, no tengamos prisa. Más vale que el niño continúe unas semanas más con sus pañalitos a que, por un descuido, el pequeño termine enfriándose por culpa de un inevitable escape.