El cerebro del niño no aprende cuando le gritan

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El cerebro del niño no aprende cuando le gritan

Por qué los gritos no sirven como método de educación.

Igual que no tiene más razón el que más alza la voz, tampoco conseguirá mejores resultados el que grita. Ni mucho menos. Tal vez todo lo contrario. Los gritos pueden tener dos orígenes: o bien una pérdida de paciencia o bien porque creemos firmemente en que generan autoridad y disciplina. Pero no importa cuál sea el origen. En ambos casos, no sirven para nada. 

Te explicamos (de forma científica) por qué los gritos no sirven como modelo de educación. Es más: el cerebro del niño no aprende cuando le gritan ¡Se bloquea! 

5 razones de por qué el cerebro del niño no aprende cuando le gritan

Los gritos son como lanzas, como dardos envenenados. Tan vez pensemos que el niño reacciona ante ellos porque ‘aprende la lección’, y no es así. Reacciona porque le duele y porque tiene miedo. Reacciona porque le acaban de herir y no quiere que vuelvan a hacerlo. Pero no aprende. Su cerebro se bloquea. 

Podríamos explicar la versión ‘educativa’ de por qué el niño sólo obedecerá ante los gritos por miedo y no por respeto o empatía. Pero existe una razón más poderosa aún para que decidas eliminar los gritos de tu vida: una razón química. Esta es la explicación y las numerosas razones que la ciencia nos da para que intentemos evitar gritar a nuestros hijos: 

1. El cerebro aprende mejor en un entorno de seguridad y protección. Y no sólo los niños. Numerosos estudios han demostrado que los adultos también trabajan y rinden mejor en un entorno ‘amigable’, en donde prima el respeto frente a los gritos.

2. Ante los gritos, se activa la emoción del miedo, y esta bloquea una zona en la amígdala que impide el paso de nueva información. La amígdala, recuerda, está encargada entre otras cosas de regular las emociones. Las almacena y las regula (sí, ese almacén lleno de carpetas que mostraba la película ‘Inside Out’ç). Según Justin Feinsten, científico de la Universidad de Iowa (EEUU), cuando la amígdala detecta un peligro (como pueden ser los gritos), activa una respuesta que nos empuja a alejarnos de la amenaza

3. Ante los gritos, el cerebro activa una especie de ‘modo supervivencia’. La zona del sistema límbico donde está la amígdala, despliega una especie de ‘escudo’ para protegerse de los gritos.

4. Los gritos afectan directamente a la amígdala. La amígdala es como un ‘centinela de las emociones’, y la responsable de activar la vigilancia o sentido común en nosotros, o dar la orden de ‘huida’ en caso de peligro. Lo hace mediante unos neurotransmisores que activan sustancias como la dopamina, la adrenalina, los glucorticoides … 

5. La amígdala también se encarga de guardar recuerdos relacionados con las emociones. Los gritos generarán recuerdos negativos en la memoria. Y sí, según las conclusiones de numerosos estudios neurocientíficos, la amígdala representa un importante papel en el aprendizaje durante la infancia. 

Y bien. No significa que no puedas gritar. Lo puedes hacer, sí, como vía de escape a tu estrés, a tu angustia, como desahogo vital. Pero no como arma educativa. No delante de los niños. Puedes abrir la ventana y gritar. Puedes escalar una montaña y gritar. Liberas miedos, temores y de desprendes de ira y estrés acumulados. Ante tus hijos, respira hondo, cuenta hasta 10, y cambia el grito por algo más eficaz e instructivo. 

Qué hacer en lugar de gritar a los niños

Existen muchos métodos de educación más positiva que benefician el aprendizaje de los niños. No sirven como método de escape a nuestro estrés, claro está. Exigen un compromiso y mucha paciencia por parte de los padres: 

– Educación emocional: Un niño capaz de manejar sus emociones en cada situación, es un niño feliz, capaz de hacer frente a situaciones de estrés o de conflicto. Si educas las emociones de tu hijo, te será más fácil imponer normas y límites. 

– Técnica del sándwich: Es una técnica de educación positiva que consiste en exponer cualidades positivas del niño antes de pedirle un cambio en su conducta, para terminar con palabras positivas de confianza en él para reforzar su autoestima. 

– Ganarse el respeto de los niños: No hace falta gritar para ganarse el respeto de los niños. Basta la disciplina y la autoridad, pero sin gritos ni amenazas. 

– Generar más empatía en ellos: La empatía les hará comprender por qué les pedimos una u otra cosa. Sabrán ‘leer’ en nuestras emociones y entenderán por qué a veces podemos estar estresados y perder los nervios.

– Construir una base sólida de normas y límites: Una buena base de normas y límites hará que los niños obedezcan sin necesidad de gritar, ya que tendrán asumido lo que No pueden hacer bajo ningún concepto.

Guía Infantil | Estefanía Esteban

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