En muchos lugares del mundo termina el verano, una época maravillosa en la que nuestros niños disfrutan del sol, aire libre, piscinas o playa e infinitos juegos. Sin embargo, volver a la vida cotidiana no siempre es fácil para todos. Para mitigar los efectos, recopilamos información que te puede ser útil en esta transición.
Ante todo, como padres no debemos olvidar que no todos los niños se adaptan con facilidad a los cambios. Algunos, sobre todo si son muy pequeños, experimentan ansiedad y crisis nerviosas que se manifiestan con síntomas físicos como temblor, fiebre y sudoración. Otros se aíslan en casa o se resisten al tener que despertar en la mañana. Los síntomas no necesitan tratamiento médico pues mejoran después de algunos días.
Lo mejor en estos casos siempre es demostrar empatía a nuestro hijo, hablarle con frases suaves y motivarlo para que retome sus labores. Mientras retoma su ritmo, después de vacaciones, es aconsejable felicitarlo al regresar a casa y dedicarle un tiempo especial de juego y mimos. Así estrechamos los lazos afectivos y elevamos su confianza y autoestima.
Durante el proceso de adaptación, es importante que los niños recuerden de manera constante sus buenas experiencias en su jardín o colegio y que tengan definido un horario en casa para repasar y hacer sus tareas. Otra buena alternativa es inscribirlos a talleres extracurriculares de alguna actividad que le llame la atención.
Con el paso de los días y las semanas, también podemos asignarles responsabilidades dentro de nuestro hogar como organizar sus juguetes, lavar platos y hacer su cama. De este modo, fomentamos en ellos la importancia de la disciplina en la vida diaria.
De acuerdo con los expertos, cada niño necesita de dos semanas, aproximadamente, para volver a adaptarse a sus entornos. Como padres podemos crear un ambiente positivo en casa, les entreguemos mensajes positivos y les recordemos con amor que los cambios son necesarios. Así, la misión imposible de regresar a clases estará cumplida. ¡Bravo!