Los hábitos de sueño en los bebés deben establecerse antes de que cumplan el primer año. Según los pediatras, a partir de los 12 meses de vida, los pequeños son capaces de controlar sus horarios de sueño. Un factor que está determinado -en parte- por la adaptación a las rutinas de la vida cotidiana. Por ese motivo, resulta imprescindible que los niños se acostumbren a noches de sueño tranquilas, ya que así recargan su energía.
Los especialistas afirman que desde el primer año, los pequeños retoman horarios de sueño similares a los de sus primeros meses de vida. Esta circunstancia ayuda a los padres a inculcar o afianzar las actividades que hacen parte de la hora de dormir. Por ejemplo: la hora de un baño caliente, una lectura de cuentos, el cepillado de los dientes y, por supuesto, a acostarse en su cama.
Para que la hora de dormir en los niños sea segura, la Asociación Española de Pediatría aconseja algunas pautas que ayudan a padres y niños en esta tarea. Lo primordial es mantener un horario para despertar y dormir. Cualquier mínimo cambio influye de manera negativa, pues el organismo de nuestro hijo ya se ha adaptado a descansar durante un margen de tiempo. Esto se corrobora con las diferentes actividades que realiza el niño y sus reacciones a medida que la tarde cae.
Además, también se recomienda evitar tomar líquidos cuando queda poco tiempo antes de ir a descansar. De esta manera, prevenimos que el niño despierte -bien sea con la cama mojada o con necesidad de ir al baño-. Una interrupción del sueño a esta edad es altamente perjudicial. Si el niño despierta en medio de la noche, se interrumpe su ciclo de sueño y volver a dormir se vuelve una tarea compleja y repetitiva.
La última recomendación y la más común es cansar al niño durante el día. Es decir, variar las actividades que el niño hace, sus juegos físicos y mentales pues esto contribuye a que el pequeño se sienta cansado al terminar la tarde y dormir no sea un hecho difícil de lograr.