El agua es uno de los compuestos químicos más necesarios para el organismo. Es vital que el cuerpo este hidratado, más aun en los niños, cuyas estrategias para mantener la temperatura corporal correcta no son tan eficientes como las de los adultos. ¿Qué síntomas nos alertan de una deshidratación en niños? ¿Se puede prevenir? ¿Qué hacer y qué no hacer si el niño está deshidratado?
Cómo prevenir la deshidratación en niños
Mantener una correcta hidratación puede entenderse de dos maneras, ambas importantísimas para el organismo. La primera consiste en suministrar agua al organismo (hidratar), mientras que la segunda consiste en evitar que el organismo pierda el agua que ya tiene (prevenir la deshidratación). Para ello:
– Intentar que la temperatura corporal no suba por encima de los 36.5 grados habituales del cuerpo escogiendo lugares en la sombra para descansar y recuperarse. Al superar esta temperatura el cuerpo, para intentar bajarla, suda mas, perdiendo agua.
– Intentar que el cuerpo no sude más de lo necesario, escogiendo, en los momentos en los que más calienta el sol, actividades relajadas y que requieran poco movimiento. Realizar ejercicio físico a pleno sol suma el calor del sol con el aumento de temperatura y el gasto energético que supone el ejercicio físico, perdiendo agua y haciendo que el corazón trabaje a destajo.
– Refrescar el cuerpo para que la temperatura no suba, ya sea en la piscina o mojándose partes críticas con una toallita humedecida.
– Escogiendo materiales y ropas que permitan la circulación del aire. Es importantísimo que los tejidos no hagan aumentar la temperatura corporal sino que sean frescos.
– Cubriendo la cabeza con una gorra, ya que además de ser la parte del cuerpo por el que más calor se pierde, también es uno de los que se calientan más fácilmente. Cuando la cabeza se calienta, comienza a aumentar la temperatura de todo el cuerpo y aumenta la sudoración, perdiéndose agua.
Por otra parte, para recuperar ese agua perdida y mantener el correcto equilibrio de fluidos, es importante:
– Ofrecer líquidos de manera constante y a intervalos regulares, por ejemplo, de 20-30 minutos. Es importante que estos fluidos no sean concentrados (excesivamente ricos en azúcares o minerales), es decir, el más adecuado como bien sabemos es el agua, pero podemos recurrir a otros que resulten más atractivos.
– No ofrecer agua muy fría. Conviene recordar que a la hora de recuperar fluidos, en realidad la temperatura del agua no importa, pero el shock de temperaturas debe evitarse, agua fresquita pero no congelada es la mejor opción.
– Alternar el agua bebida con el agua procedente de alimentos como la fruta.Algunas de las frutas de la temporada estival son muy ricas en agua, como la sandía o el melón, y, fresquitas, son ideales para que el niño aporte agua casi sin saberlo.
– Aunque no son ideales, los polos (helados de hielo elaborados con agua y zumos de frutas) son otra buena opción para hidratar a nuestros pequeños que seguro les resulta muy atractiva.
Qué no hacer si el niño está deshidratado
Sin embargo, si la deshidratación es ya evidente y se observan los primeros síntomas (boca pegajosa, poca orina y de color intenso, piel seca y fría, dolor de cabeza,calambres musculares, mareos…) el aporte de líquidos se denomina rehidratación. Para una correcta rehidratación debemos:
– Ofrecer agua o suero muy frecuentemente, pero sin forzar la cantidad. Es preferible que el niño tome sorbos frecuentes que un gran trago. En ocasiones la ingesta de agua muy rápida hace que el organismo no sea capaz de aceptarla o utilizarla y la vomite, perdiendo mas agua aún. Al ofrecer al niño el agua, el será capaz de decidir qué es lo más apropiado, dependiendo de lo que su cuerpo le pida.
– No ofrecer otro tipo de bebidas hasta que el niño esté rehidratado, pues puede producirse un desequilibrio de electrolitos indeseado. Agua o suero, dependiendo del grado de deshidratación, son nuestras mejores bazas.
Debemos recordar que la sed no es un buen indicador del inicio del proceso de deshidratación en el niño. Lamentablemente, en el momento en que un niño manifiesta tener sed, es posible que ya esté deshidratado. Por este motivo debemos ofrecer agua de manera constante. Además, es importante que recordemos al niño que siga bebiendo incluso después de haber calmado su sed.
Guía Infantil | Carlota Reviriego