Para la mayoría de padres, el momento en el que el pequeño debe cambiar la cuna por una cama y habitación propia es de total incertidumbre. Aunque cada familia tiene rutinas únicas e individuales, los pediatras recomiendan que este cambio se produzca entre los 12 y los 24 meses, sin importar si el niño no se muestra estrecho en su lugar habitual.
Al igual que en todos los procesos, este cambio debe hacerse de forma gradual. El primer paso que se aconseja es retirar la cuna de la habitación de los padres y ubicarla en el espacio que será su nuevo sitio para dormir. Mientras el niño se acostumbra al nuevo espacio, deberá descansar en la cuna pero solo, sin atención de los adultos. En ningún caso se debe cambiar la rutina que ha llevado el niño para dormir.
Otra buena idea que facilita la transición es comprar juntos los muebles de su nuevo cuarto. Al momento de comprar la cama del pequeño se debe tener en cuenta que sea de baja altura -para que el niño se suba y baje sin ayuda-, un buen cabecero y la instalación de barras protectoras que prevengan caídas a mitad de la noche. En cuánto al colchón, no debe ser blando sino firme e indeformable.
Cuando se instale la cama, una forma de adaptar al niño a este cambio es llevarlo a hacer sus siestas en ella. De día, el pequeño podrá reconocer las formas y objetos de su nuevo lugar, percibirá la amplitud de su lecho y le será más fácil usarlo en las noches.
Muchos niños al principio pueden mostrar resistencia a este cambio. A otros, la idea de parecer un niño grande les parecerá fantástica y se adaptarán rápido. Para que ellos comprendan la utilidad y la importancia de su cama, puedes seguir alguna de estas recomendaciones: