Virus, bacterias, irritantes y alergias son las causas principales del dolor de garganta, una molestia que en los niños provoca además inapetencia.
La garganta es una zona que comparten el aparato digestivo y el respiratorio. Además de conducir el aire hacia la tráquea y la laringe, lleva hacia el esófago la saliva y el alimento. Por esta razón, cuando duele la reacción lógica del niño es dejar de comer.
Toda la faringe se encuentra recubierta por una superficie mucosa cuya misión es retener los gérmenes que puedan llegar hasta ella, envolverlos, deglutirlos y mandarlos al estómago, donde el ácido clorhídrico se encargará de destruirlos.
No obstante, algunos de estos microorganismos aprenden a defenderse y, con el tiempo, llegan a habitar en la mucosa faríngea, conviviendo con las defensas en equilibrio perfecto.
El problema es que, aunque al niño no le afecten, sí puede transmitirlos a otras personas por las gotas de saliva de un beso, de la tos o tras un estornudo (que sale a una velocidad de 160 Km/ h y contamina una zona de 5 m2).
De ahí la importancia de enseñar a los niños y recordar a los adultos que hay que protegerse la boca y la nariz si están malos y lavarse bien las manos antes de comer o de llevárselas a los ojos o a la boca, para no contagiar ni reinfectarse.
El dolor de garganta es una de las consultas más frecuentes en pediatría (hasta los 6 años) y el que más absentismo origina en guarderías y colegios. Para defenderse de los agentes externos, la garganta cuenta con la mucosa y con las anginas, “compuertas” cuya misión es filtrar y detener las infecciones. Si alguna de ellas falla, aparecen los síntomas.
Si ésta se seca, se reduce su espesor, pierde poder y aparece la irritación. Si en estos momentos se produce un contagio es fácil que se rompa el equilibrio entre invasor y defensa y se facilite el camino para que gérmenes oportunistas se instalen en ella y la infecten.
Molestia al tragar y una sensación desagradable de aspereza, que resulta más intensa al despertarse y que mejora a lo largo del día.
Pertenecen al sistema linfático y se inflaman con facilidad. Si al observarlas ves que son más grandes de lo habitual y están de un color rojo brillante, es que se encuentran en plena faena defensiva (están reconociendo al germen y creando anticuerpos). Si tienen placas blancas o ves que la zona está cubierta de un velo blanquecino, no te quepa duda, hay una infección.
Dolor intenso al tragar, inapetencia acusada, fiebre, decaimiento, ganglios inflamados, dolor de cabeza, náuseas y, en los niños pequeños, dolor de tripa.
Valora además que la comunicación que tiene la garganta con la nariz y los oídos es una vía de doble circulación, y por eso no es extraño que una infección en ella se complique con otitis o pueda bajar hacia el pecho. En todo caso, la visita al pediatra resulta obligatoria y seguir sus indicaciones, también.
Ni caminar descalzo por la casa, ni tomar helados muy deprisa, ni dormir con la boca abierta, ni gritar causan infección de garganta. Aunque sí pueden irritarla, igual que ocurre con otros agentes ambientales como el humo del tabaco (sí, un niño fumador pasivo en un ambiente viciado puede ver su garganta afectada). La irritación prepara el camino. Pero los verdaderos atacantes son virus y bacterias. Y no es nada fácil saber de cuál se trata.
Los virus del resfriado suelen ser los principales causantes del dolor de garganta (¡hay más de 200!) y se sospecha su presencia porque, además del dolor, aparecen síntomas catarrales como rinitis, estornudos, lagrimeo y febrícula.
Otro virus implicado es el Epstein Barr, causante de la mononucleosis, también conocida como enfermedad del beso. Se manifiesta con dolor de garganta intenso, ganglios del cuello y axilas muy inflamados, dolor de cabeza y cansancio acusado. Si el pediatra estima que puede ser esta enfermedad, le palpará el abdomen para comprobar el tamaño del bazo y del hígado. Si están aumentados puede tratarse de mononucleosis e indicará una analítica para confirmarlo.
La alergia (rinitis alérgica) y la irritación de garganta que conlleva, también causan un molesto dolor. Pero, a diferencia de los otros dos casos, el estado general del niño es bueno. Además, el dolor es estacional, coincide con épocas de polinización o de presencia de hongos ambientales.
Las bacterias (la más habitual es el estreptococo) suelen ser los peores enemigos de una garganta sana. Su ataque ocasiona fuerte inflamación, focos de pus, fiebre alta y malestar general.
Como te habrá indicado el pediatra, la terapia para la infección por virus y para la irritación consiste en aliviar los síntomas. Analgésico tipo paracetamol para el dolor y la fiebre, antiinflamatorio para reducir el tamaño de las anginas y aliviar la irritación de la mucosa (no antes de los 6 meses), reposo en casa y muchos mimos. Contra la infección bacteriana sí están indicados los antibióticos; el pediatra te dirá cuál es el más oportuno.
Todo lo que sea facilitar la deglución reducirá la molestia. Vuelve a darle puré(tibio, pues los alimentos calientes lesionan la mucosa ya irritada). Los yogures, natillas, cremas, etc. son bien tolerados, pero si no quiere no insistas, si vomita se le irritará más. Y prescinde del tomate y los cítricos hasta que se le pase el dolor.
Si tiene edad para mantener una pastilla en la boca, ofrécele antisépticos bucales con efecto calmante (pregunta al farmacéutico). Y dale más líquidos para que se rehidrate la mucosa y vuelva a funcionar. Por lo demás, paciencia y descanso.
Es aconsejable que el niño permanezca en casa una semana. Si no es posible, por lo menos debe estar alejado de sus compañeros durante las 48 horas posteriores al inicio del tratamiento con antibiótico (así el riesgo de contagio se reduce notablemente). Si la infección se repite con frecuencia, el peso y crecimiento del niño se ven afectados y su actividad diaria está condicionada por este problema, quizá su médico te plantee operarle de anginas.
Sigue las indicaciones que te diga el pediatra de tu hijo y, además, toma buena nota de estos consejos:
La homeopatía es otra opción en la que muchas personas confían para aliviar el dolor y la irritación. Pregunta en farmacias.
Cuando el pediatra sospecha que la garganta está infectada por estreptococos o el tratamiento pautado no funciona como se esperaba, indica que al pequeño le realicen un exudado.
Una vez que se haya establecido el tratamiento, debes terminar la pauta. No lo interrumpas a tu voluntad o las bacterias se harán resistentes, tu hijo volverá a enfermar y el próximo tratamiento será ineficaz.
Tomado de Crecerfeliz.es