Durante lo últimos años, se ha debatido sobre los beneficios o perjuicios del castigo físico a los niños al ser considerado una forma de violencia infantil. Y es que por donde se le mire, los golpes no son la mejor fórmula para sancionar o reprender un comportamiento determinado. Las palmadas, bofetones o nalgadas son las bases de la crianza en muchos países de Latinoamérica, pero lo cierto es que los golpes afectan a los niños no solo físicamente, sino mental y emocionalmente.
Los golpes generan un efecto totalmente contrario a la intención con la que se busca corregir una conducta o un comportamiento erróneo. De hecho, se ha comprobado que los castigos físicos empeoran el mal comportamiento de los niños al reducir la autorregulación, y por el contrario aumentar su agresividad.
Ten en cuenta que otro tipo de métodos que no involucran la violencia son muchos más efectivos para garantizar el desarrollo y el buen comportamiento, sin que esto signifique que los menores hagan lo que quieran, no. Es importante poder comprender cuál es la disciplina positiva y cómo alcanzarla, establecer reglas, límites y consecuencias a través del diálogo. Concientiza al niño de lo que está bien o mal con argumentos cercanos, válidos que pueda hacerlo reflexionar o hallarte la razón, de este modo disminuirá la frecuencia con la que retome la conducta.
Establece una disciplina constante que sea respetada por padre, madre y cuidadores basada en la empatía, respeto y obediencia.