El azúcar forma parte directa e indirectamente de nuestra idea. Directa porque le ponemos azúcar a algunas bebidas e, indirectamente, porque muchos más alimentos de lo que no pensamos tienen azúcar en su composición original. Por eso, deberíamos revisar muy bien nuestra dieta y la de nuestros hijos, porque son muchos los efectos irreparables del azúcar en la salud de los niños.
El azúcar es una fuente de calorías vacías o innecesarias, pues no proporciona más nutriente que la sacarosa, ni vitaminas ni minerales. Ni siquiera el azúcar morena o la panela pueden considerarse sustitutos del azúcar tradicional.
Los carbohidratos, también denominados azúcares, proporcionan energía al organismo, sobre todo al cerebro. De este modo, su aporte en la dieta es necesario, si bien debemos escoger la fuente de azúcares para evitar problemas de salud: un 95% del aporte de carbohidratos en la dieta deben ser complejos y solo un 5% debe provenir de azucares sencillos.
Los azúcares sencillos o carbohidratos simples no son solo las cucharadas de azúcar que añadimos voluntariamente a las comidas o los postres, sino que también forman parte considerable algunos alimentos que se ofrecen rutinariamente en las dietas infantiles, como los cereales de desayuno, los zumos, yogures, papillas de frutas, así como en las galletas industriales.
Un excesivo consumo de azúcares sencillos puede tener consecuencias ciertamente graves e irreparables en la salud que pueden aparecer durante la infancia o en la edad adulta:
El exceso de azúcares sencillos en la dieta constituye un ataque directo a la capa de esmalte dental, que puede causar un daño irreversible debilitándola seriamente. El daño máximo se produce durante los primeros 20 minutos tras su consumo y es más grave si el alimento se encuentra en formato líquido o permanece en la boca durante un tiempo prolongado.
Un exceso continuado de azúcares sencillos trastorna el funcionamiento del páncreas, que es el encargado de producir la insulina necesaria para que las células puedan utilizar el azúcar como energía, pudiendo influir en la aparición de diabetes, una enfermedad metabólica que no tiene cura.