Existen muchas cosas para tener en cuenta. Poner límites y normas a los niños es una de los pilares de la educación. Los necesitan para crecer, aprender y relacionarse con su entorno de forma saludable.
Sin embargo, hemos de tener cuidado con el exceso de normas o que estas se conviertan en un enorme listado de cosas que no deben hacer. Porque ¡ojo!, ciertas restricciones pueden hacer que el niño se sienta inseguro y relentizado en su aprendizaje. Algunos ejemplos de estas cosas son:
Frases como “no vuelvas a decirme que no, aquí se hace lo que digo yo y punto“, convierten a nuestros hijos en sumisos y conformistas. Debemos dejar un espacio en el que el niño pueda expresar lo que le apetece o no apetece.
Nosotros debemos enseñarles a comportarse en cada lugar pero, en definitiva, no podemos obligarles a estar callados, quietos y serios en todo momento. Cuando un niño juega y chilla, es feliz.
Tener miedo
“Los miedos en la infancia son normales. De hecho, hay miedos que están asociados a cada edad, a medida que crecen los niños desarrollan unos miedos y superan otros“.
Nunca debemos prohibir a los niños tener miedo de la oscuridad, de los perros, del médico, de estar solos o de los extraños. No hemos de hacerles sentir avergonzados por tener miedos y sí debemos estar con ellos y acompañarles para poder superarlos.
Preguntar
Los niños a lo largo de su vida pueden hacer decenas, miles, millones de preguntas acerca de cualquier cosa. Incluso aunque tengan la respuesta, ellos preguntan. Estas preguntas pueden catalogarse en fáciles, difíciles, imposibles y “glups”, que son aquellas que nos hacen sudar porque no sabemos ni cómo enfrentarnos a ellas.
Pues bien, ni siquiera en esos casos debemos ignorarles, pedirles que se callen o no contestarlas. Esa comunicación abierta en la que respondemos, aunque estemos cansados a sus preguntas, sienta las bases de un vínculo fuerte entre padres e hijos.