Redacción Pediatría y Familia
Los conflictos forman parte de cualquier ámbito de nuestra vida, ya no solamente con nosotros mismos, sino en cualquier relación humana. Podemos tener discrepancias con un amigo íntimo, puntos de vista diferentes con un compañero de trabajo o discusiones con nuestros hijos. Procurar que los conflictos no se enquisten abriendo vías de diálogo y comunicación es esencial para que se conviertan en algo positivo.
En el ámbito familiar surgen numerosos conflictos, y en muchas ocasiones acaban en discusiones cargadas de emociones incontroladas, una guerra de egos, donde las consecuencias son devastadoras para las personas y, por supuesto, para su relación.
No obstante, el conflicto propiamente dicho, no es ni positivo ni negativo, simplemente depende, entre otros factores, de las interpretaciones que le damos o también por nuestra forma de comunicarnos.
Una pareja que resuelva las discrepancias, en cuanto a la educación de sus hijos de una manera inquisitiva, donde un miembro impone y el otro acata, con el tiempo su relación se verá resentida, gobernando el distanciamiento y la frialdad entre ellos.
Una madre que critique constantemente a su hija por su forma de vestir, por ejemplo, será caldo de cultivo para generar una relación fría, distante, además de afectar a nivel emocional a la hija.
Todas estas discrepancias que surgen en la convivencia se podrían resolver si nos esforzáramos en establecer una buena comunicación con nuestra pareja y con nuestros hijos. A lo mejor, nuestra pareja sólo necesita sentir apoyo transmitiéndole con gestos y la mirada que la estamos escuchando y que nos preocupa lo que le está pasando. O, simplemente, nuestro hijo necesita que le digamos lo que vale, aunque a veces las cosas no salgan como queremos.
Hay muchas formas de hacerlo. Se puede transmitir con una mirada de complicidad, se puede hacer con la palabra, compartiendo algún deporte con nuestros hijos, etc… También nos podemos comunicar silenciosamente. En ocasiones, aprender que hay situaciones donde sobran las palabras es el mayor acto de comunicación que podemos tener en nuestras relaciones humanas, generando un ambiente de confianza, respeto y empatía.
No obstante, saber qué hacer, qué decir, cómo decirlo o simplemente no decir nada, es un proceso complejo que despierta una serie de cuestiones: ¿cómo conseguimos establecer un clima de confianza con nuestros hijos? ¿de qué manera podemos transmitir nuestro apoyo? ¿cómo puedo transmitir una opinión sin que la otra persona se sienta amenazado/a?
Este tipo de cuestiones se merecen una reflexión detallada, ya que no es fácil ganarnos la confianza de nuestros hijos y concretamente en ciertas etapas, como la adolescencia.
Como padres debemos hacer un esfuerzo para transmitir una actitud acogedora, inspirar calma y respeto a la hora de comunicarnos. Es imprescindible tratar de entender a nuestros hijos; despertar la intuición para detectar sus preocupaciones, sus necesidades y, por supuesto, saber respetar su intimidad.
No obstante, la mayoría de las veces nos dejamos llevar por las emociones, no controlamos lo que decimos y el cómo lo decimos, generando sentimientos de culpabilidad y resentimiento. Algunos errores que dificultan una comunicación en familia adecuada son:
La base de la comunicación es querer, respetar e interesarse por sus cosas y ayudar a que ellos solos vayan resolviendo sus dificultades, fomentando su autonomía. Cuando hay confianza se actúa con calma, no se improvisa y se instauran relaciones saludables a todos los niveles.