Durante sus primeros cinco años de vida el cerebro está desarrollando su “alambrado”, y del estímulo que le des a tu hijo depende el desarrollo de su audición, vista, olfato, destrezas sociales y salud física y mental.
Es más, estudios demuestran que ese período determinará hasta su futuro económico, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El pediatra Philippe Grandesenne, autor de Cuéntame tus primeras veces, bebé y de Dime quién eres, bebé, repasa los momentos clave de esta hiperactividad neuronal.
Aunque trabajo con bebés desde hace años, aún me asombra constatar que cuando nace, un bebé tiene potencialmente todas sus facultades mentales futuras. ¡Incluso más!.
“Es curioso observar que el cerebro del recién nacido posee más conexiones neuronales que el de los adultos. Es lo que se ha dado en llamar las competencias innatas“.
Por ejemplo, el bebé es capaz de reconocer de forma universal todos los sonidos, aunque su lengua materna va a modelar su oído y su habla. Posee reflejos arcaicos como el agarre, los brazos en cruz e incluso el andar que no iniciará hasta los 8 meses.
Poco a poco sus conexiones neuronales disminuyen para dar paso al aprendizaje propiamente dicho; es lo que mis colegas neurólogos denominan “la hecatombe neuronal“. Todo ocurre como si el cerebro necesitara cargarse de conexiones neuronales durante los primeros años para poder desarrollarse mejor después.
Una buena y correcta alimentación desde el inicio de la vida es muy importante para el crecimiento y desarrollo del bebé.
“Hay algunos componentes de la dieta que ayudan especialmente al desarrollo cerebral, como el hierro presente, por ejemplo, en las leches de continuación”.
En realidad, la inteligencia aparece cuando el bebé empieza a aprender cosas y es capaz de adaptarse a situaciones nuevas.
A partir de ese momento, sus competencias psicomotoras y emocionales se definen según lo que sucede a su alrededor. Su cerebro lo “graba” todo; no se le escapa nada. Gracias al despertar de sus cinco sentidos y a la escucha constante durante el día de su lengua materna, su cerebro se organiza progresivamente.
Esta gran cantidad de información “grabada” de forma permanente estructura las conexiones cerebrales que le van a permitir aprender a hablar, comer solo, dejar de necesitar pañal y experimentar sentimientos y emociones. Un desarrollo cuyo estudio me sigue pareciendo fascinante.
Simplemente conviviendo con él, integrándolo en la cotidianidad de la casa y la vida en familia, de lo cual se va a “nutrir”. Le apasionará todo aquello que se pueda manipular. Sin embargo, no soy partidario de la sobreestimulación. Si el bebé quiere que lo tomes en brazos, hazlo, sin preocuparte por el qué dirán.
Cada niño tiene su desarrollo y su ritmo, y los padres deben adaptarse a ello. Es lo que les repito a menudo a los padres que tienen una visión demasiado normativa del desarrollo de sus hijos.
El periodo prenatal es una de las etapas más importantes en el desarrollo del cerebro humano ya que es cuando se forman las neuronas.
Tan sólo 30 días después de ser fecundado, el feto ya presenta tres pequeños bultos que son el cerebro y la médula espinal. Las neuronas se forman inicialmente en el tubo neural del feto y después se van repartiendo para ir formando las partes más importantes del cerebro. Una vez que ya están colocadas, comienzan a especializarse en las distintas funciones cerebrales.
La mayoría de las células cerebrales (neuronas) surgen entre el cuarto y el séptimo mes de gestación. Estas neuronas se van interconectadas entre sí durante el embarazo a toda velocidad, hasta el punto de que un recién nacido ya tiene más de un trillón de conexiones en el cerebro.
El responsable de tan trepidante ritmo de crecimiento del cerebro del feto es la mielinización. La mielina es una cubierta aislante formada de grasa que mejora la transferencia de los mensajes entre las neuronas.
El gráfico siguiente muestra una simulación del crecimiento del cerebro durante el embarazo:
Durante los primeros años de vida las neuronas se mielinizan y van estableciendo conexiones entre ellas. Este proceso se denomina sinapsis.
Por ello se considera que el cerebro tiene la máxima plasticidad hasta los tres años de edad, hasta el punto de que algunas regiones cerebrales podrían llegar a realizar la función de otras, si estas últimas estuvieran dañadas.
Asimismo, durante los primeros años la forma y el tamaño del cerebro también cambia, proporcionándose con el resto del cuerpo. Cuando el niño tiene 2 años el cerebro se aproxima un 75% del tamaño adulto y a los 6 años supone prácticamente un 90% del tamaño definitivo.
Otro aspecto destacable del desarrollo cerebral durante los primeros seis años de vida es la maduración de los lóbulos frontales, lo que proporciona al niño el control de muchas habilidades cognitivas.
Aproximadamente, a los 6 años se da por concluido el proceso de desarrollo cerebral.