En cuanto los niños son capaces de verbalizar, más de una vez nos han entretenido con alguna anécdota sobre un sueño o pesadilla que han tenido. Pero, ¿de donde sacan todo esto?
En muchas ocasiones hemos tenido un sueño y lo hemos interpretado como una premonición cuando se cumple o al vivir una experiencia estamos convencidos de que es algo que soñamos una vez. ¿Quieres saber porque sucede todo esto?
A lo largo del día nuestros hijos se ven expuestos a una multitud de estímulos. Desde el momento en el que despiertan hasta el minuto al que se van a dormir, su mente procesa miles de datos. Muchos de estos datos los aprenden de manera consciente y voluntaria: los ríos que atraviesan su país, la técnica para hacer restas con llevada, el nombre de sus amigos, etc. No obstante, no todo lo que se almacena en la mente anida de manera voluntaria o consciente.
Los recuerdos y los sueños en la infancia
Cuántos de estos datos se retienen en la memoria y cuántos son desechados es aún un acertijo por resolver. El color de la camiseta del niño que se siente enfrente en la mesa, la canción que sonaba en la radio mientras el padre lo lleva al colegio, el olor a pan fresco que emane de la panadería cercana, o el perfume de nuestra madre, son algunos estímulos que pueden estar presentes en cualquier momento puntual de cualquier día.
No obstante, cada uno de estos estímulos esta asociado a una red neuronal a modo de un documento dentro de una carpeta.
Cada vez que el cuerpo del niño percibe un estimulo, trae aquellas carpetas ya creadas del archivador del “inconsciente” a la montaña de archivos recientes del “consciente”. Muchos documentos ‘se relacionan entre carpetas y se encuentran en más de un sitio conectando conocimientos.
Así, el color de la camiseta del compañero de enfrente puede activar el recuerdo del pijama que solía usar la abuela, aquella canción en el coche nos hace pensar en aquel viaje a la playa con la familia, el olor a pan hace eminente en nuestro consciente un desayuno concreto y el perfume de mamá les recuerda a estar viendo la televisión todos juntos en el salón.
Al llegar la noche, el inconsciente se abre de par en par
Al llegar la hora de irse a dormir, el consciente abre de par en par las puertas al inconsciente, codifica la información relevante de ese día con especial prioridad y detalle y guarda aquellas carpetas con información percibida, pero que no considera esencial. Lo que nuestros hijos viven durante el día se acumula, se mezcla y compone sus sueños.
Muchas veces son cosas obvias que sucedieron durante ese día, otras personas a las que vieron o pensamientos que tuvieron. Otras veces son cosas no tan obvias pero que están relacionadas a lo que han vivido. Por ultimo, hay ocasiones en las que perciben estímulos o sucesos que no han procesado conscientemente pero que a pesar de ello han sido activados de manera inconsciente.
Estos pensamientos y estímulos procesados de manera inconsciente también son susceptibles de aparecer en sus sueños. Esta es la razón por la que a veces los niños -y también los adultos- creen saber cosas antes de que sucedan; han captado conductas, palabras, lenguaje no corporal o sucesos que no han conectado de manera consciente pero sí de manera inconsciente.
Solución a los problemas antes de dormir
Cuando vamos a dormir y su consciente deja de gobernar, su inconsciente comunica las conclusiones a las que ha llegado. Por este mismo proceso a veces también encontramos solución a nuestros problemas en momentos cuando no los estamos buscando. Cuando estamos en la ducha, cocinando o a punto de quedarnos dormidos son momentos en los que surgen ideas novedosas o entendemos dificultades que antes no habíamos captado.
El motivo por el que no se puede saber con plena certeza qué forma parte de nuestro inconsciente se debe a que hay una diferencia entre el proceso de codificación de información y el de recuperación. Los adultos somos mejores a la hora de distinguir entre la realidad y los sueños ya que tenemos recursos de racionalidad mas pulidos y mayor experiencia con la diferenciación de codificación de información y recuerdo.
Los niños muchas veces pueden confundir sueños y realidades. Su experiencia mnésica es inferior y tienen menos recursos racionales. Al despertarse se puede dar la circunstancia de que no sepan si lo que han soñado son cosas que han sucedido o no. En cuanto crecen en edad sus capacidades cognitivas también maduran.
Cuando nuestros hijos le tienen miedo a algún objeto o persona aparentemente irracional por un sueño o pesadilla, para ellos es muy racional y real. Es bueno explicarles que lo sucedido no ha sido real, que fue un sueño y que todo esta bien: los árboles no son sombras en la noche, el detector de humo no va a explotar, ese abrigo no va a convertirse en un monstruo, etc.
Una vez que se les haya explicado de manera racional sus sueños, hay que dejarlos estar. No darles ninguna importancia porque prestarles demasiada atención solo reforzara aquella asociación.