Agencia Sinc
Los padres y madres del siglo XXI se involucran en el bienestar de sus criaturas tanto como los de la generación anterior, pero su relación con los pediatras ha cambiado mucho. No es de extrañar, teniendo en cuenta que solo con un clic acceden a ingentes cantidades de información sobre salud infantil.
“Hoy acuden a la consulta con mucho más conocimiento que antes, lo que es positivo”, explica a Sinc Roi Piñeiro, jefe asociado del Servicio de Pediatría del Hospital General de Villalba. “La dificultad radica en filtrar, en seleccionar qué es correcto y qué no. Es algo que se aprende con el tiempo”.
La confianza en el pediatra resulta hoy fundamental, opina Piñeiro. Una nueva labor del especialista es corroborar o corregir lo que los padres han leído en internet; incluso repasar la información que, aun siendo correcta, puede haberse malinterpretado.
Pero ¿qué hacer cuando unos padres cuestionan el diagnóstico o la medicación? En su opinión y la de otros compañeros de profesión, hay que argumentar con evidencias científicas para que no interfieran en las indicaciones terapéuticas a sus hijos.
“A los padres hay que escucharles siempre, porque en muchas ocasiones tienen la llave del diagnóstico del niño. El problema son los que están equivocados”, afirma Consuelo Pedrón, veterana pediatra en la sección de Gastroenterología y Nutrición del Hospital Infantil Universitario Niño Jesús. “Primero hay que preguntarles dónde se han informado y después explicarles cuáles son los riesgos de seguir pautas incorrectas”.
Quitando los casos provenientes de trastornos clínicos, las situaciones más graves a las que se ha enfrentado la especialista tienen que ver con niños ingresados por altos déficit de vitamina B12 generados por una lactancia materna exclusiva demasiado prolongada o vegetarianismo impuesto por los padres sin los suplementos adecuados.
La especialista en nutrición infantil sostiene que, salvo casos extremos, los familiares siempre piensan que están haciendo lo mejor para sus hijos. “No se les puede acusar de negligencia o de malos cuidados, hay que procurar quitarles la sensación de culpa y mejorar la situación”, apunta.
Existen pocos datos sobre el efecto beneficioso o distorsionador de las búsquedas en internet relacionadas con la salud infantil, aunque lo cierto es que hay miles de blogs, webs y foros dedicados al cuidado de los hijos, y no todos son fiables.
“Nos puede generar inseguridad haber perdido la exclusividad como fuente de información sobre salud y que se pueda cuestionar nuestro criterio con argumentos más o menos acertados”, cuenta el pediatra Aser García Rada.
“Deberíamos aceptar estas circunstancias –continúa– y ganar en humildad y empatía para resolver sin recelo ni condescendencia las dudas de padres que generalmente van a tener más información que antes para contrastar”.
agrega García.
Conflictos con los padres 2.0
Los profesionales deben adaptarse a las nuevas tecnologías, si bien no han recibido formación sobre cómo afrontar ese exceso de información. “Tampoco sobre cómo comunicarnos efectivamente con los pacientes, es una asignatura pendiente que poco a poco vamos afrontando”, subraya Cristina Calvo, jefa del Servicio de Pediatría, Enfermedades Infecciosas y Tropicales del Hospital Universitario La Paz.
Además, en las últimas décadas la práctica de la medicina ha cambiado. Hoy la ciudadanía conoce cada vez mejor sus derechos, lo que supone la posibilidad de aceptar una prescripción clínica o no hacerlo.
En la actualidad se trabaja para alcanzar decisiones consensuadas con los propios pacientes. “Los tiempos de la medicina paternalista, en la que solo hablaba y decidía el médico, deben terminar”, subraya Piñeiro.
“En general se subestima a la población pensando que la mayoría no va a tener criterio para valorar la fiabilidad de una fuente. En mi caso, y salvo casos concretos, la experiencia me ha demostrado lo contrario”,
opina igual Aser García Rada.
Es innegable que existe una nueva generación de padres y madres sobradamente informados sobre la salud de sus hijos. “Sí, pero algunos no saben sacar mucho partido de esos detalles”, subraya Pedrón.
“El aumento de la educación no se traduce en menos consultas médicas. Todo lo contrario, porque acuden tres y cuatro veces por la misma causa”.
agrega Pedrón.
Acabar con la homeopatía para los niños
Los pediatras de primaria ven muchísimos pacientes todos los días, por lo que tienen en sus manos una difícil labor educativa y de promoción de la salud. Pero, ¿y si los padres se deciden por opciones no validadas científicamente?
“No hay que tratarles con arrogancia o displicencia. Es poco profesional y contraproducente porque ponemos a la defensiva a aquellos cuyas prácticas pretendemos cambiar”,
indica García Rada.
Sobre el uso de la homeopatía en niños hay pocas cifras, pues la venta es libre y es difícil comprobar qué cantidad se vende realmente, y si se administra a los niños o no. Los datos de la última Encuesta de Percepción Social de la Ciencia, realizada por la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (Fecyt), apuntan que más de la mitad de los españoles (el 53%) cree en las bondades de la homeopatía.
Un estudio publicado en 2013 sobre el uso de medicina complementaria y alternativa en niños de 20 países europeos –entre ellos España– extrapoló que el 56% de la población en general la había utilizado al menos una vez en el último año, un porcentaje que apenas bajaba al 52% en el caso exclusivo de los niños en Europa.
Vivimos una época de cuestionamiento generalizado de las instituciones, la autoridad, lo establecido. “No es que la gente sea incompetente, es que nuestro contexto favorece creer en realidades alternativas cuando lo convencional nos ha defraudado”, puntualiza el especialista.
No obstante, la advertencia es clara en el caso de la homeopatía: “Los pediatras recomendamos no administrar productos homeopáticos a los niños”, subraya Roi Piñeiro. Lo más grave ocurre cuando los padres sustituyen el tratamiento prescrito por el pediatra por uno homeopático.
Así murió en mayo de 2017 un niño italiano de siete años. Sus padres decidieron tratar su otitis solo con homeopatía, haciendo caso omiso al antibiótico prescrito por el pediatra y que habría curado sin complicaciones la infección. El pequeño Francesco tuvo que ser atendido en estado crítico en un centro hospitalario, pero lamentablemente no funcionó.
¿Por qué los padres no quieren vacunarlos?
En julio de 2017 el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad publicó los datos de las coberturas vacunales correspondientes a 2016. La media en España es alta y ronda el 95%, incluso en los dos primeros años de vida es aún mayor: más del 97% el primero (3 dosis de DTPa, Hib, polio y hepatitis B, y primovacunación frente a meningococo C) y más del 95% en las dosis de refuerzo el segundo (DTPa, Hib, polio y meningococo C).
A pesar de esto, por desgracia, en España se han vivido casos como el niño de Olot, que en 2015 falleció de difteria al no estar vacunado.
“Es muy grave que un niño fallezca por una enfermedad que se previene con una vacuna. Afortunadamente, las coberturas vacunales en nuestro país son muy altas, gracias a la labor de concienciación que hacen los pediatras de Atención Primaria”,
aclara Cristina Calvo.
En la historia clínica del niño se recoge la documentación que los padres deben firmar responsabilizándose de las complicaciones que puedan acontecer a su hijo por no haberse vacunado. Con los que son contrarios a la vacunación de sus hijos, el problema es complejo. Se pone en riesgo directamente a los pacientes, de ahí que algunos pediatras consideren que no poner las vacunas se debería considerar un tipo de maltrato.
Las vacunas son responsables primordiales de que la mortalidad infantil haya descendido enormemente en los países industrializados. Las incluidas en el calendario vacunal infantil (como la de la hepatitis B, la triple vírica, la meningitis C, la polio, etc.) han pasado estudios exhaustivos que justifican su beneficio.
“Cuando encuentro a una familia que no quiere administrárselas a sus hijos, trato de explicarles que superan ampliamente los riesgos documentados. Respeto en cualquier caso su decisión, siempre que no constate que la falta de vacunación se deba a un descuido generalizado o a problemas de índole social”,
añade García Rada.
Diálogo contra la información incorrecta
En general, el padre y la madre 2.0 tienen estudios universitarios, una edad comprendida entre los 25 y los 40 años y suficientes posibilidades económicas como para poder disponer de teléfonos o tabletas inteligentes y una buena conexión a internet.
“Están intoxicados por información inadecuada, pero eso no quiere decir que no tengan capacidad crítica. La actitud del pediatra debe pasar siempre por el diálogo, basado en el respeto y la confianza, sin prejuzgar la actitud de unos padres que, aun estando equivocados, solo buscan lo mejor para sus hijos”.
mantiene Roi Piñeiro.
Los expertos se ponen de acuerdo en que la mejor recomendación es confiar en su médico. “Si nuestra actitud es el enfado, no cambiarán nunca de opinión, y no debemos olvidar que es la salud de sus hijos la que nos interesa”, concluye Piñeiro.
Si los pediatras dedican tiempo, empatía y orientación adecuada a los padres, sus ‘poderes’ estarán siempre asegurados.