La mejor manera de evitar el comportamiento agresivo es proporcionar a su hijo una vida en el hogar estable y segura con disciplina consistente y afectuosa y también supervisión constante mientras sea unniño pequeño y esté en edad preescolar. Todos los que se interesan por su hijo deben ser un buen ejemplo y estar de acuerdo con las reglas que se espera que obedezca así como la respuesta que se va a utilizar si desobedece. Siempre que rompa una regla importante, debe ser reprendido inmediatamente de manera que entienda exactamente lo que hizo mal.
Los niños no saben las reglas de la casa hasta que se les enseñan, de manera que esta es una de las responsabilidades de educación importantes que debe desempeñar. A los niños pequeños usualmente les interesa tocar y explorar, de manera que si tiene objetos de valor que no desea que ellos manipulen, escóndalos o guárdelos. Considere establecer una parte separada de su hogar donde su hijo pueda jugar con libros y juguetes.
Para que la disciplina sea más eficaz, se debe realizar continuamente, justo cuando su hijo se porta mal. De hecho, comienza con los padres sonriendo a su bebé sonriente y continúa con elogios y afecto genuino para todos los comportamientos positivos y apropiados. Con el tiempo, si su hijo se siente estimulado y respetado, en lugar de humillado y avergonzado, es más probable que escuche, aprenda y cambie cuando sea necesario. Siempre es más eficaz reforzar de manera positiva los comportamientos deseados y enseñar a los niños un comportamiento alternativo en lugar de solo decir, “Deja de hacer eso o si no verás qué pasa”.
Mientras le enseña otras formas de responder, no hay nada de malo en distraerle por momentos o intentar otro enfoque. Siempre que no le esté “sobornando” para que se comporte de otro modo al ofrecerle bocadillos dulces, por ejemplo, no hay nada de malo con cambiar su enfoque intencionalmente.
Recuerde que su hijo no tiene tanto autocontrol natural. Necesita que usted le enseñe que no debe dar puntapiés, pegar o morder cuando está enojado, y que en lugar de ello debe expresar sus sentimientos a través de las palabras. Es importante que aprenda la diferencia entre insultos reales e imaginarios y entre defender sus derechos de manera apropiada y atacar con ira. La mejor forma de enseñar estas lecciones es supervisar a su hijo cuidadosamente cuando se involucra en discusiones con sus compañeros de juego. Siempre que el desacuerdo sea menor, puede mantener su distancia y dejar que los niños lo resuelvan por sí solos. Sin embargo, debe intervenir cuando los niños se involucran en una pelea física que continúa incluso después de que se les indica que deben detenerse o cuando un niño aparentemente se enfurece de manera incontrolable y ataca o muerde al otro. Separe a los niños y manténgalos separados hasta que se calmen. Si la pelea se vuelve extremadamente violenta, es posible que deba terminar la sesión de juegos. Aclare que no importa “quién comenzó”. No hay excusa para intentar lastimarse.
Para evitar o minimizar las situaciones de “alto riesgo”, enséñele a su hijo las formas de manejar su ira sin recurrir al comportamiento agresivo. Enséñele a decir “no” en un tono de voz firme, a volver la espalda o a buscar arreglar las cosas con algún compromiso en lugar de pelear con su cuerpo. A través del ejemplo, enséñele que resolver las diferencias con palabras es más efectivo y más civilizado, que hacerlo con violencia física. Elógiele por su comportamiento correcto y ayúdele explicándole lo “maduro” que se está comportando siempre que usa estas tácticas en lugar de pegar, dar puntapiés y morder. Siempre refuerce y elogie su comportamiento cuando demuestre bondad y amabilidad.
Tampoco hay nada de malo en utilizar los tiempos fuera cuando su comportamiento no sea correcto, los cuales puede utilizar incluso con niños de un año de edad. Sin embargo, estos tiempos fuera deben ser un último recurso. Pídale que se siente en una silla o que vaya a un lugar “aburrido” en donde no haya distracciones; en esencia, lo está separando de su mal comportamiento y le está proporcionando tiempo para calmarse. Explique brevemente a su hijo lo que está haciendo y por qué, pero no le de sermones largos. Inicialmente, cuando los niños son pequeños, los tiempos fuera terminan tan pronto se calman y están “callados y quietos”. Terminar el tiempo fuera una vez estén calmados refuerza su comportamiento, de manera que su hijo aprende que tiempo fuera significa “callado y quieto”. Una vez aprenden a calmarse (estar callados y quietos), una buena norma general es imponer un minuto de tiempo fuera por cada año de edad de su hijo, de este modo un niño de tres años debe tener un tiempo fuera de tres minutos. Al terminar el tiempo fuera, debe haber un tiempo dentro, mientras le proporciona mucha atención positiva cuando hace lo correcto.
Siempre observe su propio comportamiento cuando esté cerca de su hijo. Una de las mejores maneras de enseñarle sobre el comportamiento adecuado es controlar su propio temperamento. Si expresa su ira de manera silenciosa y pacífica, probablemente su hijo siga su ejemplo. Si debe disciplinarle, no se sienta culpable por ello y ciertamente no le ofrezca disculpas. Si detecta sus sentimientos encontrados, puede convencerse que todo el tiempo tuvo razón y que usted es el “malo”. Aunque disciplinar a su hijo nunca es placentero, es una parte necesaria de la crianza de los hijos y no hay razón para sentirse culpable por ello. Su hijo debe comprender cuando está equivocado de manera que asuma la responsabilidad de sus acciones y esté anuente a aceptar las consecuencias.
Cuándo llamar al pediatra
Si su hijo parece tornarse agresivo de una manera poco usual por más de algunas semanas y no puede manejar su comportamiento usted mismo, consulte con su pediatra. Otras señales de advertencia incluyen:
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Lesiones físicas autoinflingidas o inflingidas a otros (marcas de dientes, moretones, lesiones en la cabeza)
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Ataques a usted o a otros adultos
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Le envían a casa o le excluyen de jugar con los vecinos o en la escuela
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Usted mismo teme por la seguridad de los que le rodean
La señal de advertencia más importante es la frecuencia de los arrebatos. Algunas veces los niños que tienen trastornos de conducta pasan varios días o una o dos semanas sin tener ningún incidente, incluso pueden actuar de manera encantadora durante este tiempo, pero pocos pueden pasar un mes completo sin meterse en problemas al menos una vez.
Su pediatra puede sugerir maneras de disciplinar a su hijo y le ayudará a determinar si tiene un trastorno de conducta real. Si este es el problema, posiblemente usted no pueda resolverlo por sí solo y su pediatra le aconsejará la intervención de los recursos adecuados de salud mental.
El pediatra u otro especialista de salud mental le entrevistará a usted y a su hijo y podrá observar a su hijo en distintas situaciones (el hogar, el preescolar, con adultos y con otros niños). Se preparará un programa de manejo del comportamiento . No todos los métodos funcionan para todos los niños, así que habrá una cierta cantidad de prueba y reevaluación.
Una vez se determina que hay varias maneras eficaces de recompensar el buen comportamiento y desalentar el malo, las mismas se pueden utilizar para establecer un enfoque que funcione tanto en casa como en otros lugares. El avance puede ser lento, pero dichos programas usualmente tienen éxito si se inician cuando el trastorno comienza a presentarse.