Fantasía o realidad: cómo ayudar a los niños a distinguirlas

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Cuando los niños tienen menos de 6 años, hay muchos comportamientos que nos suelen provocar la risa, pero… ¿qué pasará el día de mañana? Evidentemente no nos alegrará absolutamente nada oírle decir ciertas cosas. Por este motivo, antes de que llegue el día en que nos echemos las manos a la cabeza preguntándonos qué es exactamente lo que podríamos haber hecho pensemos, sencillamente, en lo que aún estamos a tiempo de hacer.

La infancia es la edad apropiada para poner coto a ciertos defectos que, si los dejáramos por poco importantes, podrían acabar convirtiéndose en auténticos defectos.

En ocasiones, con potenciar la virtud contraria basta. Otras veces es necesario poner en práctica todo un plan de acción para erradicar definitivamente esos defectillos. Lo importante, en cualquier caso, es no dejar pasar el tiempo: cuando los problemas aparecen lo más efectivo es atajarlos al primer síntoma.

En educación infantil, lo que siembres hoy, recogerás mañana

Entre los 4 y los 6 años, los niños son como un campo que hay que abonar, roturar y limpiar de rastrojos a cada instante. Del cuidado y atención que le prestemos así serán los frutos que se recojamos el día de mañana. Recordemos: es tiempo de siembra y también de eliminar las malas hierbas que aparezcan en el camino.

Más vale prevenir… Soluciones para casos prácticos

Además, puede que ahora nos haga mucha gracia el que nuestro pequeño sea un acusica o que, sin ir más lejos, se le escape alguna que otra palabra subida de tono. Aunque ciertos comportamientos de los niños nos pueden resultar graciosos a estas edades, es importante corregirlos ahora que estamos a tiempo.

1. Parece que tiene pánico al agua

A partir de los tres o cuatro años un niño puede aprender a lavarse la cara y las manos. La higiene es como un primer estrato donde construir posteriormente: si conseguimos que nuestro pequeño sea un chico limpio y aseado será mucho más sencillo lograr que el día de mañana se comporte de una forma ordenada y delicada.

Para que nuestro pequeño se habitúe a lavarse podemos proponerle un juego muy sencillo: cada día que se asee correctamente le iremos dando un punto que anotaremos en una cartulina de colores colgada de la pared de su cuarto. Cuando consiga alcanzar 10 ó 15 puntos haremos algo que a él le apetezca mucho (ir al zoo, visitar -no comprar- esa tienda de juguetes que tanto le gusta…) y así sucesivamente. De este modo, y gracias a este tipo de incentivos, es seguro que no tardará en acostumbrarse al aseo diario.

2. Todo el día con el dedo en la nariz

¿Cómo corregir la conducta del niño que tiende a meterse el dedo en la nariz? Pues, sencillamente, imitándole exageradamente cada vez que lo haga.

Del mismo modo, también suele ofrecer buenos resultados obligarle a taparse uno de los orificios nasales con un dedo durante cinco minutos cada vez que caiga en esta fea tentación.

Así, sólo por no tener que respirar durante un ratito por un solo orificio nasal evitará meterse los dedos en la nariz constantemente.

3.  El llorica

Algunos niños, ante cualquier situación sin ningún tipo de importancia, se ponen a llorar desconsoladamente. Si se caen, lloran, aunque no se hayan hecho daño. Si le regañamos, lloran igualmente.

A esta edad no se trata de un problema muy importante pero podría derivar en una posible inseguridad el día de mañana. Precisamente por ello, es tan importante que le ayudemos a controlarse cada vez que se ponga a llorar. Un buen sistema para conseguir que nuestro hijo deje de comportase así a largo plazo es adquirir para él una colección de libros en los que el protagonista destaque por su valentía y fortaleza. Después de haberle leído unos cuantos siempre podremos recurrir a su héroe para recordarle que él no lloraría por cosas sin importancia, destacando lo bonito que sería ser tan valiente como el propio protagonista.

4.  El caprichitos

Hoy en día el bombardeo de la publicidad es constante. Ya sea a través de la radio, la televisión o de las vallas publicitarias los niños reciben todo tipo de “flashes”, de llamadas de atención: muñecos parlantes, zapatillas de llamativos colores… ¿quién podría resistirse ante semejante tentación? Si nuestro pequeño es un niño caprichoso de los que se pasan el día con el “mamá cómprame” en la boca debemos intentar corregir este pequeño defecto.

Además, si de pequeño le acostumbramos a la austeridad en sus hábitos de mayor seguramente no tendrá problema para conformarse ante cualquier situación negativa. Para lograr que nuestro hijo dosifique sus peticiones haremos un trato con él: cada vez que nos pida algo “superfluo” nosotros se lo compraremos pero a cambio tendrá que desprenderse de dos de sus juegos preferidos (que elegiremos nosotros, por supuesto). Como el pacto será poco ventajoso para él comenzará a pensarse las cosas antes de pedir por pedir.

5.  Un chivato en casa

A los niños y, sobre todo cuando son tan pequeños, les aterroriza cargar con “ciertas responsabilidades”. Si preguntásemos en casa quién ha roto el jarrón, por ejemplo, lo más probable es que el niño saltase inmediatamente acusando a su hermano mayor. Aunque ser chivato no es un defecto excesivamente preocupante debemos ponerle freno sino queremos que el día de mañana esta tendencia le provoque problemas en su relación con los demás.

No se trata de que mienta sino simplemente de que aprenda a ser fiel a sus hermanos y amigos. Así, cuando se chive de algo en casa le explicaremos lo feo que es comportarse de esta manera. Además, le colocaremos un cucurucho de papel en la cabeza en el que ponga “chivato”. El niño tendrá que ir así por casa durante un buen rato para que no olvide tan fácilmente cómo se ha comportado.

6.  Le encanta escupir

No es tan extraño encontrar a niños y niñas entre cuatro y cinco años a los que les encante escupir. Aunque este no es un defecto excesivamente grave si que es bastante desagradable para quienes lo contemplan.

¿Qué podemos hacer si este es nuestro caso? Un truco que suele surtir buen efecto es hacerle beber algo de sabor desagradable: agua con una pizca de bicarbonato, una punta de café descafeinado o limón, por ejemplo. Seguro que unas cuantas cucharadas de este “jarabe” bastarán para que el niño consiga controlar esta pequeña manía.

7.  El mal hablado

En ocasiones, los remedios de nuestros padres y abuelos pueden seguir siendo tan eficaces como el primer día. De hecho, quién no ha padecido cuando era pequeño la terrible experiencia de tener que lavarse la boca con jabón cada vez que decía una palabrota.

Eso mismo podemos hacer nosotros con nuestros hijos mal hablados: cuando se les escape una palabrota les instaremos a que se laven la lengua con un poco de jabón. Sólo por no tener que repetir esta experiencia es seguro que no volverán a hablar mal nunca más.

8.  Un niño gritón

No hay nada más insoportable que un niño que no para de gritar y berrear constantemente. Si nuestro pequeño es de los que hablan a voces y no para de martillearnos con su estridente voz es el momento de poner freno a este defecto.

Para conseguir un poco de moderación en el niño, podemos jugar con él al “niño invisible”. Así cada vez que nuestro hijo alce la voz para dirigirse a nosotros haremos como si no le viésemos, como si no estuviese en la habitación. Sólo le contestaremos cuando hable en un tono más o menos normal. Eso sí, debemos explicarle que se trata de un juego y que lo que perseguimos es quitarle esa pequeña manía. En cuanto el niño se sienta ignorado dos o tres veces no dudará en bajar unos cuantos decibelios su terrible vozarrón.

Consejos para poner remedio desde el primer día

1.  Cuando los problemas aparecen, deben atajarse al primer síntoma. Y es que, en educación no se puede “esperar a que pase” el chaparrón. La experiencia ha demostrado que esto, a menudo, agrava el problema.

2.  Un buen truco para limar ciertos defectillos es el diálogo familiar. Si nuestro pequeño es un poco miedoso podemos contarle cómo nos asustaban a nosotros de pequeños los truenos y relámpagos, por ejemplo, y como conseguimos superarlo con el paso del tiempo.

3.  Hay ciertos problemillas de los hijos que no son más que el reflejo de lo que ven en sus padres. Si nosotros nos mordemos las uñas, sin ir más lejos, lo más probable es que nuestros hijos terminen haciendo lo mismo. Por ello, precisamente, debemos cuidar tanto el ejemplo que damos en casa.

4.  Los niños necesitan unas pautas perfectamente claras para poder desarrollar su personalidad. Si imponemos unas normas en casa, desde el primer día, tenemos que comprometernos nosotros los primeros a cumplirlas, y no pasarlas por alto ante cansancios o preocupaciones.

5.  El ambiente familiar suele ser un factor fundamental en lo que a la educación de los hijos se refiere. Precisamente pro ello, debemos intentar crear un ambiente de paz y felicidad en casa. Así, estaremos colaborando a que nuestro hijo se convierta en un adulto sereno y equilibrado.

Estas medidas surtirán el doble de efecto si las aplicamos con firmeza pero también con dulzura, serenidad, tono moderado y, sobre todo, con una sonrisa en los labios. El objetivo principal será que el niño se tome estas soluciones tan peculiares como algo que le ayudarán a cambiar pero también como un juego.

Por: Elena López

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