La infancia es por lo general una época de alegría y diversión. Los primeros años de una persona en este mundo suelen ser tranquilos, sin embargo hay ocasiones en los que no es así. Hay menores que por diversos problemas atraviesan por enfermedades como la depresión que creemos restringidas al mundo de los adultos.
Entender cómo aparece la depresión en los niños podría ayudar a los más pequeños en estos casos. Por este motivo son importantes los hallazgos como los que ha conseguido un grupo de investigadores de la Universidad de Washington en St. Louis, Estados Unidos. Estos científicos han tratado de averiguar si es posible que los mismos mecanismos que desencadenan estos problemas en adultos y adolescentes también lo haga en niños.
Proceso de recompensa
Uno de los efectos de la depresión en adolescentes y adultos es la alteración del circuito de recompensas. Las personas con este tipo de problemas no sienten del mismo modo cuando, tras un esfuerzo, consiguen algo bueno. Una persona sana tras conseguir algo positivo, trata de trabajar por obtenerlo de nuevo y para ello se muestra más motivado y con ganas de superarse.
Sin embargo las personas con depresión no sienten la recompensa y por lo tanto no aparece esta motivación, de modo que quedan en un estado de tristeza y sin ganas de esforzarse. ¿Podría ocurrir igual en los niños pequeños? Para tratar de dar respuesta a esta pregunta los investigadores analizaron los casos de 84 menores de 3 a 7 años cuyos cerebros fueron analizados para dar respuesta a sus estados anímicos.
A este grupo de niños se les propuso un juego de ordenador mientras se analizaba sus cerebros. En este juego tenían que ir eligiendo entre dos puertas, una daba puntos y la otra restaba. En caso de conseguir un buen resultado, podían elegir un juguete mientras que en caso contrario se quedaban sin premio. Los niños sin depresión se mostraban muy entusiasmados cada vez que escogían bien y se frustraban cada vez que se les restaba puntuación.
Por el contrario los niños depresivos mostraron escasa actividad cerebral en ambos casos. Tanto si fallaban como si obtenían una buena puntuación el circuito de recompensas seguía igual. Ni siquiera se mostraban más ansiosos por esforzarse y elegir bien la puerta que podría darles un juguete.
Tratamientos tempranos
El hecho de haber descubierto que el proceso de la depresión en menores es similar al de los adultos puede ayudar a iniciar tratamientos desde edades tempranas. Iniciar terapias que hagan los mayores en niños pequeños con este problema podría mejorar considerablemente su calidad de vida con el paso de los años.
El siguiente paso del grupo de investigadores será averiguar cuáles tratamientos funcionan mejor en el caso de los niños. Para ello copiarán terapias empleadas en adultos con depresión y tratarán de averiguar su éxito en los menores valorando si el circuito de recompensa ha cambiado en algún aspecto y si existe una mayor motivación que en el anterior estudio.
Los investigadores también explican que buscar motivaciones en los niños podría ayudar. Encontrar algo que les haga esforzarse y conseguir lo que quieren puede hacer que el circuito de recompensa se reactive haciendo que una de las causas de la depresión desaparezca consiguiendo así que el estado anímico de los menores mejore.