La obesidad infantil se ha constituido como un problema de salud pública en todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud (OMS), la ha declarado desde hace varios años como una epidemia y datos de los Centros de Control y Prevención (DC), indican que un tercio de la población de niños y adolescentes tiene obesidad, es decir que en los últimos 30 años se ha triplicado en todo el mundo.
La Academia Americana de Pediatría (AAP), después de 16 años (2007), ha realizado una actualización sobre las guías de tratamiento y prevención de sobrepeso y obesidad en la población infantil y adolescente. Con esto, se pretende reducir de manera significativa la incidencia y la prevalencia.
Desde la Revista de Medicina y Salud Pública, conversamos en exclusiva con la Dra. Leticia Hernández, endocrinóloga y presidenta de la Sociedad Puertorriqueña de Endocrinología y Diabetología, quien mencionó que se evidencian una serie de patrones de alimentación desde edades tempranas y que perduran en la adolescencia.
“Entendemos que esa intervención la tenemos que comenzar, precisamente, en edades tempranas para poder reducir las tasas de complicaciones. Estamos viendo diabetes tipo 2 en adolescentes, cuando es una condición relacionada a personas adultas”.
Patrones de alimentación
Como secreto a voces se ve la incidencia del sobrepeso y la obesidad, porque el imaginario colectivo de la población es pensar que “entre más gordito, más saludable”, afirma la Dra. Hernández. No obstante, esto deriva en una serie de hábitos que excluyen la actividad física, pero contempla en gran medida los alimentos ultraprocesados, las comidas rápidas, entre otros.
De modo que, según asegura la Dra. Hernández, en esa incidencia, lamentablemente, hay una gran responsabilidad de los padres, debido a sus decisiones durante el cuidado y manejo de la obesidad: “Es importante que eduquemos a nuestros niños en términos de lo que son los patrones saludables, y que también eduquemos a los adultos de manera que no cometan estos patrones”.
Las guías de antes, vs las guías de ahora
Antes, las guías hacían énfasis en recomendar al paciente hacer ejercicio y alimentación saludable, un control cada determinado tiempo y se presumía que con ello se estaría combatiendo la obesidad. Sin embargo, se pudo observar que hacía falta un trabajo multidisciplinar, así como la atención primaria en términos de prevención y control.
Esta actualización permite a los médicos identificar y tratar a tiempo el sobrepeso, que en la escala del índice de masa corporal se establece entre el 85 y el 94 por ciento, y se habla de obesidad cuando el paciente está del 95 % hacía arriba.
Advierten los expertos que los Centros de Prevención y Control (CDC) han tenido que cambiar la escala de medición que posee, agregando como ‘obesidad severa’, aquellos habitantes que estén en el rango de 99 % para arriba, porque la obesidad infantil ha llegado a un niveles cuestionables, según organizaciones como la OMS, o la misma AAP.
Las guías han establecido que en ciertos casos, cuando el paciente ha probado con el ejercicio, con los cambios nutricionales y no le funcionaron, es posible considerar la intervención con medicamentos e incluso la alternativa de la cirugía bariátrica, pero bajo ciertas condiciones como la edad, antecedentes familiares, y otras posibles afectaciones que haya desarrollado la persona.
Obesidad puede ser hereditaria
Advierte Hernández que el factor genético es determinante en el manejo de la obesidad, según la experta, “la obesidad, protege a la misma obesidad”. Es decir, cuando se modifican los patrones de nutrición y los hábitos cotidianos, viendo una pérdida de peso significativa, ya sea por genética o por respuesta del organismo, para proteger lo que la AAP determinó como ‘Peso Meta’; “Para ese individuo, todas esas estrategias del cuerpo van a hacer que vuelva a recuperar ese perdido”, comenta.
“No solo se trata de alimentación, de ejercicio, o de un aspecto cosmético, sino que hay aspectos genéticos y de la misma fisiología de nosotros como personas que van a incidir en esa prevalencia de obesidad”, asegura la especialista.
Ahora bien, afirma que si los padres tienen sobrepeso o padecen de obesidad, hay una alta probabilidad de que el niño tenga esta enfermedad: “especialmente si el estilo de vida que mis padres me están modelando promueve la ganancia de peso, la ganancia de grasas. Al estar unido todo eso, conlleva a una alimentación que no es saludable y un estilo de vida sedentario”, aclara.
Ayuda de las guías a los médicos primarios
Sin embargo, cuando hablamos de las recomendaciones de las guías, se puede evidenciar que hay un apartado en el que refieren a la detección y atención primaria. La diferencia en contraposición al 2007 tiene que ver con el hecho que se hablaba de comer saludable y aumentar la actividad física, sin dar detalles específicos sobre cómo los médicos primarios y especialistas pediátricos podrían tener un patrón secuencial y ordenado.
Es importante que se mantenga un seguimiento que no sea tan prolongado entre una visita y otra que hacen los pacientes al médico: “no hablamos solamente que a ese paciente lo vamos a referir al endocrinólogo, sino que tenemos que ver todos los aspectos que están incidiendo en la ganancia de peso del niño”, afirma la especialista.
El común denominador al que se enfrentan los médicos es que muchas veces las personas piensan que pueden establecer una dieta adecuada y no es así. Advierten que se necesita la ayuda de un nutricionista que ayude a definir la necesidad específica: “en términos de nutrientes, de calorías, de comida que este niño o adolescente requiere para mejorar el peso; evaluar el progreso para ver si hay necesidad de otras intervenciones”, detalla Hernández.
Asegura que en ocasiones se deben hacer intervenciones a nivel de terapia de comportamiento, en conjunto con otros profesionales para “ayudar a identificar cuáles son los ‘gatillos’ que hacen a este niño comer”, señalando que pueden existir muchos aspectos a nivel emocional, social que afecten al menor y se deben considerar en un ámbito multidisciplinar.
Complicaciones asociadas con la obesidad
Se ha podido establecer que la obesidad tiene asociación directa con complicaciones cardiovasculares, renales, articulares, incluso con el cáncer. Por tal motivo se ve la obesidad como un problema de salud pública.
La diabetes es una de las complicaciones más común derivada de la obesidad, se sabe que la población latina tiene una alta prevalencia de esta enfermedad y asegura la experta que se necesita tomar conciencia sobre esto: “si hacemos intervenciones en los tipos de diabetes que sí podemos prevenir (diabetes tipo 2), podemos ayudar a mejorar la salud pública”.
Pero no hablamos solo de diabetes, también hay complicaciones mecánicas, como el desarrollo temprano de osteoartritis: “que puede afectar en términos de movilidad cuando somos más adultos, en términos de desarrollo del dolor”, dice la especialista.
A esto se le suma la relación que tiene la obesidad con 13 tipos de cáncer diferentes, y afirma que “las podemos ver en personas en edades más tempranas o de manera más agresiva de lo que esperamos”, dice.
Según la experta, en Puerto Rico, las tres principales causas de muerte son el cáncer, la enfermedad cardiovascular y la diabetes, y todas ellas están relacionadas con la obesidad. “En términos de política pública, si damos el acceso, las herramientas para mejorar esta epidemia de obesidad, a largo plazo podemos esperar que tenga efecto en estas condiciones”.
“Debemos poner atención a estas guías, a la importancia de lo que esa pérdida de peso y ese cambio sostenido de peso, puede tener en cómo esas condiciones se comportan a largo plazo, y a lo mejor, podemos hacer un cambio en este panorama si le damos importancia al manejo de la obesidad”, concluye la Dra. Hernández.