El primer año, la edad de reconocer el mundo con alegría

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En esta etapa el bebé descubre que con monerías y “payasadas” hace reír a sus padres. Y le encanta comportarse así. Aprovéchalo, es un periodo precioso.

Le gusta ser el centro de atención

Llega un momento, alrededor del primer año, en que el niño se da cuenta de que puede influir en su entorno y provocar reacciones en las cosas y en las personas que le rodean. Ese poder le fascina. Pronto descubre que una de sus manifestaciones más celebradas por los adultos son las payasadas que se le ocurren. Tiene sentido del humor, entiende tus bromas y él hace las suyas, despertando un coro de risas y admiración. Quiere ser el centro de atención y ha descubierto otra forma de conseguirlo.

Les pasa a todos, en mayor o menor medida

En esta etapa, incluso los niños muy tranquilos se vuelven un poco torbellinos, los tímidos se vuelven más sociables y los que no se separan de las faldas de mamá empiezan a intentar hacer cosas por su cuenta. El niño es ahora mucho más activo, aprende a andar y a hablar, se muestra orgulloso de sus logros… Necesita descansar bien y jugar al aire libre, aunque probablemente comerá peor. Conviene disfrutar estos momentos con él a tope, aunque evitando ciertos errores.

Aprovecha esta etapa

Esta etapa es ideal para conseguir varias cosas importantes:

  • Reforzar vuestros lazos afectivos, reíros con él y hacerle reír, pasar buenos momentos juntos, cultivar un ambiente en casa de alegría y buen humor.
  • Aumentar su autoconfianza (su nueva popularidad le ayudará mucho) para que se atreva a ser más autónomo. Y poneros en forma (es, también, una etapa físicamente agotadora).
  • Enseñarle nuevos juegos y habilidades (al ritmo que él decida) y asombrate con los descubrimientos que él hace y con las cosas que te enseña.

Pero evita algunos errores

Tenlos presentes, porque si no los evitas ahora luego será más difícil ponerles remedio:

  • Permitirle todo. Hay que aprovechar sus trastadas para mostrarle lo que está bien y lo que está mal.
  • Ser excesivamente rígidos, creando mal ambiente en casa, y reeaccionar con mal humor ante sus travesuras, que no tienen maldad, sino afán de probar.
  • Descuidar la vigilancia, más necesaria que nunca porque aún no tiene sentido del peligro.

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