Secuelas de cuando un niño crece sin límites

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Imagina que caminas por una montaña que no conoces y llegas a una zona escarpada en donde apenas se ven los bordes. Afortunadamente alguien señaló con una barrera el final del camino. De no ser así, algún despistado se caería accidentalmente. 

Algo así es lo que sucede con los niños: Si en su camino nadie se preocupó de poner barreras para indicar las zonas peligrosas del camino, se caerá. Si nadie coloca en su camino señales que indiquen qué dirección de be tomar… se perderá. Te explicamos qué sucede cuando un niño crece sin límites ni normas.

Cosas que suceden cuando un niño crece sin límites

Aunque sea mucho más fácil decir que sí a todo para dejar de oír ese insoportable llanto que torna en rabieta, puede que a corto plazo nos haya ayudado, pero a largo plazo, pasará factura. No decir No a tiempo a un hijo tendrá sus consecuencias. 

Si el niño no encuentra límites, ¿sabes qué le sucederá cuando crezca?  

  • Se sentirá desorientado, confuso. Para un niño, una falta de límites es entendido como una falta de cariño y atención. Y cuando crezca, culpará a sus padres por todo ello.
  • Se sentirá desprotegido. Esto genera una baja autoestima y confianza en sí mismos. Los límites dan seguridad. Ese cartel que indica ‘cuidado, por ahí es peligroso continuar’, nos da seguridad. Igual ocurre con los límites que imponemos a los niños. 
  • Genera una baja tolerancia a la frustración. Un niño que nunca ha tenido que asumir que no todo se consigue en esta vida, no sabrá lo que es la frustración. Cuando algo no le salga como desea, no sabrá hacerle frente a este nuevo sentimiento.
  • Se volverá caprichoso y no sabrá valorar lo que tiene. En realidad si en todo momento conseguía lo que quería, esto no hará más que alimentar su deseo de querer más y más. Y a su vez, al conseguir de forma sencilla lo que desea, hará que pierda la percepción del valor que tienen las cosas, ya que no precisa de esfuerzo para conseguirlo. El valor del esfuerzo para él o ella será inexistente. 
  • No será capaz de controlar sus emociones. Tendrá problemas de actitud en un futuro. Se sentirá vacío y no será capaz de controlar la ira o la tristeza.
  • Será un perfecto manipulador. Si desde pequeño consiguió manipular a sus padres en favor de su propio beneficio, imagina lo que habrá aprendido para cuando sea mayor. El pequeño tirano podrá convertirse en un adolescente prepotente y manipulador.
  • No sabrá esperar. Si desde pequeño le dijiste a todo que sí, el niño pensará que nada precisa esfuerzo para conseguirlo. No desarrollará el valor de la paciencia. Será impaciente, actuará por impulsos y cuando un día vea que no puede conseguir algo de forma inmediata, se desesperará y le creará una gran confusión y rabia.

Lo más fácil es hacer caso a las peticiones del niño. En un momento de estrés o vergüenza ante una rabieta, muchos padres prefieren darle lo que pide. Esta no es más que una trampa. Así lo explica la teoría del refuerzo negativo de Patterson, quien asegura que la decisión de acceder al chantaje afectivo de un niño, es beneficiosos a corto plazo para los padres, pero será negativo a largo plazo y las exigencias de su hijo irán creciendo a una velocidad exponencial.

Cómo poner límites a los niños

Poner límites no significa imponerse sin sentido, ni vulnerar los derechos del niños. No significa no dejarle hablar, ni dar su opinión. Poner límites tampoco significa gritarles. Se pueden establecer límites de forma racional y consensuada, respetando ciertas libertades de los niños y cierta elasticidad. Para poner límites:

  • Deben ser límites consensuados con la pareja. No puede ser que el padre imponga unos límites y la madre no está de acuerdo y no los respete. Ambos deben llegar a un acuerdo sobre lo que los niños pueden y no pueden hacer.
  • Establece cierta elasticidad en las normas pero deja muy claro dónde está el límite. Las normas además deben ser claras, que no creen confusión. Y por supuesto, deben ser explicados a los niños para que ellos entiendan por qué se establece el límite.
  • Nunca cedas. Si ‘te ablandas’ ante la mirada tierna de tu hijo y te saltas un día uno de los límites, será difícil imponerlo de nuevo. 
  • Siempre desde el respeto. Imponer un límite no significa ser tirano y utilizar la fuerza del más fuerte. Los límites se pueden aplicar desde el cariño y el respeto.    
  • Los pilares básicos: el amor y los valores. Si estableces los límites en función de una escala de valores, el niño tendrá una base sólida y razonada. Recuerda que los valores son fundamentales en su educación, ya que les sirve como guía en su aprendizaje.

Guía Infantil

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