Se suele hablar mucho del maltrato de padres hacia los hijos, pero en menos ocasiones, se trata el tema cuando ocurre a la inversa, cuando son los hijos quienes agreden física o verbalmente a los padres.
¿Qué lleva a un niño a agredir e insultar a sus padres?
Todos hemos visto en alguna ocasión a un niño que, en medio de una gran rabieta, intentaba empujar o golpear a sus padres, e incluso insultarles. Son situaciones delicadas, en las que muchos padres se quedan petrificados u otros reaccionan con violencia, pero, sobre todo, no entienden por qué sus hijos tienen esas reacciones agresivas.
Al margen de aquellos casos en que la razón es biológica y está asociada a algún trastorno, las estadísticas muestran que estos niños no tienen unos padres muy autoritarios, tampoco provienen de familias separadas o de aquellas con un nivel socioeconómico bajo.
El principal problema es la falta de normas y límites en la educación.
Son niños que reciben una educación demasiado permisiva en la que mantienen una jerarquía de igual a igual con sus padres. Son niños tiranos y mandones, con una baja tolerancia a la frustración, no aceptan un no por respuesta, son impulsivos y manifiestan poco apego hacia los demás.
Qué hacer si el niño agrede e insulta a los padres
Estudios revelan que los niños que desarrollan conductas agresivas a temprana edad tienen la tendencia de continuar este comportamiento cuando son mayores, para frenarlo los padres podemos.
- Establecer normas y límites: dejar el consabido ‘pórtate bien’ y explicarles qué esperamos de ellos y cómo se han de comportar.
- No razones cuando está en plena explosión: el momento de la rabieta no es el más adecuado para dialogar. Esperaremos a que haya pasado la pataleta para hacerles comprender por qué no está bien lo que hicieron.
- No reaccionar con violencia: si gritamos, pegamos o insultamos a nuestros hijos, ellos imitarán esas conductas violentas. Asumirán el maltrato como algo normal.
- Estimular el vínculo: hacerles saber cuánto les queremos, participar de sus aficiones, hablar con ellos, mostrarles afecto, en definitiva, fomentar también la inteligencia emocional en nuestros hijos.
- Controlar su impulsividad: debemos ser un ejemplo en ese sentido, además hemos de establecer consecuencias para que ellos entiendan cuándo no actuaron bien.
- Educar en la empatía: enseñarles a ponerse en el lugar del otro es básico para que controlen esa agresividad y persistan en su actitud hiriente hacia los demás.