La receta para que tu hijo esté sano y con buenas defensas tiene cuatro ingredientes: dieta mediterránea, ejercicio, aire limpio y descanso nocturno.
“Las defensas engloban todas las sustancias y mecanismos del cuerpo humano que lo protegen de las distintas agresiones externas que pueden dañarlo, desequilibrarlo o alterar su funcionamiento”,
explica el Dr. Jordi Sapena Grau, jefe de Servicio de Pediatría y Neonatología del Centro Médico Teknon, en Barcelona.
Dieta variada (y mediterránea)
A través de la alimentación entran en el organismo todos los nutrientes necesarios para el buen funcionamiento del sistema inmunitario: en el intestino se concentra una parte importante de las “defensas”, y en su correcto funcionamiento influye el equilibrio de la microbiota (flora intestinal), que a su vez está condicionada por la alimentación.
“El exceso de grasas, de azúcar o de proteínas en la dieta puede alterar el equilibrio de la microbiota intestinal. De manera que una dieta desequilibrada, insuficiente o carente de nutrientes puede producir un mal funcionamiento del sistema inmunológico y una mayor propensión a padecer enfermedades infecciosas”,
advierte el pediatra.
La recomendación es llevar una dieta variada, rica en verduras y frutas (que aportan vitaminas y minerales), que incluya además pescado, carne, lácteos, cereales (preferentemente integrales), legumbres y aceite de oliva. Y por supuesto, evitar los dulces, zumos comerciales, batidos, bollos, chucherías y snacks.
Una hora diaria de ejercicio y juego
Realizar ejercicio y jugar al aire libre es un factor que protege frente a la obesidad y además fortalece el sistema inmunitario: “El ejercicio físico moderado aumenta la frecuencia respiratoria y la renovación del aire en el sistema respiratorio, produciendo un “lavado” de virus y bacterias que reduce la probabilidad de contraer enfermedades”,
explica Jordi Sapena.
La recomendación del Comité de Actividad Física de la Asociación Española de Pediatría es que el niño realice al menos una hora al día de actividad física moderada o intensa, bien en forma de juegos en el parque o bien en forma de deporte.
Hasta los 5 años, lo más indicado es que juegue al aire libre y de 5 a 7 años puede comenzar a participar en actividades de equipo.
También es muy importante incorporar el ejercicio físico a la vida diaria: ir caminando al colegio si se puede, subir las escaleras al volver a casa y no coger el ascensor, etc.
Descanso nocturno de 10-12 horas
La falta de sueño somete al organismo a una situación de estrés que repercute negativamente sobre el sistema inmunológico. “Las personas sometidas a situaciones de privación de sueño son más proclives a padecer infecciones”, advierte el pediatra.
Lo aconsejable es crear una rutina en horarios y hábitos de sueño y evitar elementos distorsionantes antes de dormir, como es el uso de pantallas o la ingesta de bebidas excitantes con cafeína. “El uso de las pantallas a la hora de dormir disminuye la producción de melatonina endógena y se asocia a una menor cantidad del sueño nocturno y a una pobre calidad del mismo”,
alerta Jordi Sapena.
¿Y cuánto deben dormir los niños? Las horas de sueño diarias van disminuyendo según crecen. En este sentido, la Asociación Española de Pediatría recomienda que de los 3 a los 5 años duerman de 10 a 12 horas, y entre los 6 y los 10 años, alrededor de 10 horas al día.
Aire limpio
La inhalación de sustancias tóxicas produce alteraciones en la mucosa del sistema respiratorio que afectan a su respuesta inmune y facilitan la entrada en el organismo de numerosos gérmenes. Entre los tóxicos más nocivos, el pediatra cita el tabaco: Es el contaminante ambiental más cercano y nocivo para los niños, no solo por la absorción de sustancias tóxicas y cancerígenas, sino por las alteraciones que produce en la mucosa respiratoria y en el funcionamiento del sistema inmune.
“De manera que los hijos de padres fumadores padecen más enfermedades respiratorias que los hijos de padres no fumadores”, comenta.
La cantidad de virus presentes en la atmósfera aumenta durante los meses de otoño–invierno, por lo que la recomendación es ventilar la casa a diario y salir con el niño al parque, a ser posible lejos de lugares contaminados.
“En los pulmones entran entre 17.000 y 400.000 virus por minuto; estas cifras son superiores en entornos cerrados y poco ventilados, de ahí la importancia de mantener a los niños al aire libre o en lugares con una frecuente renovación del aire”,
aconseja el Dr. Sapena.
Lavado de manos
Inculcar al niño el hábito de lavarse las manos con frecuencia y del modo adecuado es mucho más que un simple gesto de higiene: “Está demostrado que el lavado de manos frecuente es una de las prácticas que más impacto tienen a la hora de evitar la transmisión de enfermedades infecciosas”, indica el pediatra.
Lo recomendable es que el niño se acostumbre a lavarse las manos siempre antes de las comidas y después de ir al baño. Se debe enseñar esté hábito durante los primeros años de vida, porque “en edades posteriores es más difícil su adquisición”. Y la indicación también se hace extensible a los adultos, ya que además de dar ejemplo a los niños, evitan la transmisión de gérmenes a través del contacto.
Sobre las vitaminas
“Solamente se indica tomar suplementos de vitaminas en casos excepcionales: niños con problemas de mala absorción intestinal, con enfermedades crónicas o aquellos que comen mal, que pueden no tener garantizada una ingesta adecuada de los nutrientes necesarios”,
dice el Dr. Sapena.
En cuanto al propóleo, no hay estudios concluyentes sobre su acción en el sistema inmunitario. “Su uso está muy extendido al no presentar efectos secundarios valorables, pero su asociación con otros productos naturales puede no estar indicada en niños pequeños” aclara.
Fuente: Bebés y Más