Es común que en edad preescolar los niños muestren resistencia frente a la comida, y puede deberse a dos razones: de origen orgánico o funcionales y/o psicógenas. Identifcarlas a tiempo nos permitirá consultar la especialidad correcta y superar esa situación de la mejor manera posible.
Las causas de origen orgánico se refieren directamente a enfermedades crónicas (tuberculosis, sida) o infecciones agudas (hepatitis, neumonía), mientras que en las funcionales o psicógenas encontramos la sobreprotección materna, conflictos familiares, o en sí, una conducta negativa.
Obligar al niño a comer no siempre es la mejor solución, de hecho, en algunos casos genera incluso mayor resistencia. Sin embargo, está en nuestras manos hacer que este espacio para compartir sea más agradable y ameno para él.
¿Cómo hacer que mi hijo coma?
Es primordial fomentar el apetito, y esto se logra evitando el exceso de golosinas entre comidas, así no se sentirá saciado a la hora de almorzar o cenar. Establecer tiempos cortos entre comidas puede funcionarle también para que poco a poco pueda acostumbrarla como una rutina de alimentación.
Conseguir que las horas de comida sean dedicadas especificamente a eso (sin televisión, teléfonos o juguetes) permitirán una integración más completa en ese espacio. Levantarse hasta que todos finalicen de cenar estableciendo, por supuesto, un tiempo límite.
Hacer comidas especiales es considerado una manera de complacencia en un momento inoportuno. En la mesa, deben todos de comer lo mismo y aunque bien es cierto que a algunos les gustará más que a otros, debe ser una regla de casa a respetar.
Ahora bien, si la inapetencia persiste, lo más sano es retirar el plato sin darle otro alimento que sustituya esa comida. Comerá en el momento en que sienta la necesidad. Darle gusto en ofrecerle a cambio otro alimento solo afianzará su postura, y el rechazo se volverá más común en él.