Si preguntáramos a todos los padres del mundo qué quieren para sus hijos, seguramente la mayoría de las respuestas serían referentes a formar seres humanos felices y plenos.
Los padres sobreprotectores y controladores normalmente justifican sus actos en términos de ‘cuidados y protección’ de los peligros y amenazas con las que sus hijos se pueden topar en el mundo. Y si bien es cierto que uno de los deberes básicos de los padres es proteger, hay límites y lo ideal es siempre buscar el equilibrio.
Estos padres deben aceptar que hay momentos en los que irremediablemente deberán dejar a los niños tener sus propios tropiezos y aprender de ellos.
A continuación, una lista de algunos comportamientos que huelen terriblemente a sobreprotección:
- Intentas por todos los medios que tu hijo haga lo que tú deseas. No aceptas otras alternativas.
- Duermes con tu hijo de más de tres años toda la noche más de una vez a la semana.
- Ante cualquier malentendido o dificultad escolar con alguna maestra o compañero del colegio, te presentas personalmente para intervenir sin antes aconsejar a tu hijo para que intente resolverlo primero.
- Si tu hijo no ha quedado con una maestra que tú consideras apta o en el grupo con sus amiguitos, harás lo posible por conseguir que lo cambien de clase.
- Haces los deberes del colegio con tu hijo’ todos los días y te aseguras de que estén perfectos.
- Eliges diariamente la ropa que debe usar tu hijo y no le das la oportunidad de elegir.
- Te molestas si las emociones de tu hijo no coinciden con lo que tú esperas; es decir si llora o se siente triste por algo que tú consideras que no lo vale.
- En un restaurante eliges siempre por él.
- Nunca dejas a tu hijo salir de paseo si no vas tú.
- Caes en pánico si tu hijo te dice que le duele la cabeza o el estómago e inmediatamente corres al médico.
- Te parece natural entrar al cuarto de tu hijo mayor de nueve años sin tocar la puerta o mientras se está duchando.
- Prohíbes a tu hijo algunas amistades porque no las consideras adecuadas sin antes darte a la tarea de conocerlas más.
Si como mamá te descubres en varias de las conductas señaladas, es tiempo de relajarte y empezar a hacer cambios graduales en la forma en que defines tu forma de proteger y cuidar. Por supuesto que hay que estar siempre cerca cuidando sus pasos, pero no evitando que los den por sí mismos