La adolescencia es la etapa de desarrollo en la que nuestros hijos e hijas deberán hacer frente a muchas experiencias y muchos contratiempos. Un período confuso repleto de cambios físicos, psicológicos, cognitivos, emocionales y sociales a los que tendrán que aprender a afrontar y dar respuesta. Cambios que a menudo les generará mucha inseguridad e inestabilidad, que les provocará que en muchas ocasiones no sepan modular las emociones ni pedir ayuda de forma adecuada.
Una etapa donde estarán construyendo una nueva identidad, adquirirán nuevas responsabilidades y tendrán que asumir las consecuencias de ellas. En la que cometerán muchos triunfos, pero también errores fruto de la falta de experiencia y de madurez.
¿Qué es resiliencia?
Para poder lograrlo, deberán poner en práctica la resiliencia, la cual podemos definir como la capacidad que le permite al ser humano mantenerse a flote frente a las adversidades, superarlas y fortalecerse a partir de ellas. Una habilidad transversal que afecta a muchas áreas de la personalidad y que nos permite sobreponernos a los contratiempos.
Sin duda, es una de las competencias más difíciles de aprender y, por este motivo, es imprescindible que las familias ayudemos a nuestros hijos a desarrollarla desde que son bien pequeños. Ningún padre o madre quiere que su hijo lo pase mal, pero el dolor y el sufrimiento es también parte de la vida. Por este motivo, debemos proporcionarles las herramientas necesarias para poder responder a los desafíos que se encontrarán en su día a día de la mejor forma posible.
¿Por qué es importante la resiliencia?
La resiliencia es un viaje de descubrimiento, un proceso dinámico en el que se aprende a dar solución a los problemas de manera positiva y efectiva. Además, su desarrollo ayuda a manejar el estrés y los sentimientos de ansiedad de una manera mucho más tranquila.
Los adolescentes resilientes tendrán la capacidad de hacer frente a los retos que les regalará a diario este período evolutivo con una mejor autonomía y autoestima. Sabrán superar los tropiezos de manera mucho más optimista, ser perseverantes ante los desafíos y pedir ayuda siempre que lo necesiten.
Serán chicos con la habilidad de analizar y afrontar sus propios retos, de acumular vivencias de superación que les fortalezcan y les hagan sentirse capaces de conseguir todo aquello que se propongan. Aprenderán a vivir exprimiendo el aquí y el ahora, a bailar con lo inesperado, conectando con las emociones, desde la calma y la confianza, aceptando que quien arriesga puede perder, pero es inmensamente más feliz del que no se atreva a hacerlo.
En cambio, los jóvenes con poca resiliencia mostrarán muchas dificultades para hacer frente a la frustración, para hacerse responsables de sus decisiones y hacer frente al error de forma constructiva.
Nuestros adolescentes necesitarán de nosotros grandes dosis de cariño y de comprensión, que les acompañemos con mucha calma y respeto, que entendamos sus cambios de humor y les ayudemos a poner freno a su impulsividad. Que no les sobreprotejamos ni les ahoguemos con nuestras altas expectativas o juicios de valor y confiemos en ellos aunque creamos que se equivocan. Que les acompañemos con toneladas de miradas que acojan, palabras que entiendan, abrazos que protejan.
¿Cómo podemos ayudar a nuestros adolescentes a ser resilientes?
- Ayudándolos a tener un buen autoconcepto y a fortalecer la autoestima. Haciéndoles sentir preparados y capaces sin dejar de recordarles que estamos a su lado de manera incondicional.
- Enseñándoles que el cambio es parte indiscutible de la vida, que es una oportunidad para abrir nuevas puertas y enriquecernos. Un momento ideal para poder repasar todo aquello que hemos aprendido hasta el momento, para adquirir nuevas herramientas y conseguir un bienestar mayor del que teníamos.
- Fomentando el positivismo, evitando ver las crisis como un problema insalvable. Explicándoles que no podemos cambiar mucho de los acontecimientos negativos que nos pasen a lo largo de la vida, pero si podemos elegir la actitud con la que nos enfrentamos a ellos.
- Dejando que tomen sus propias decisiones conscientes que en ocasiones no van a ser las acertadas. Potenciando la autonomía, la creatividad y la flexibilidad ante las adversidades como la mejor arma para buscar nuevas respuestas, donde el humor y la tenacidad se conviertan en los mejores aliados.
- Fomentando las relaciones con su grupo de iguales y adultos de referencia, compartiendo con ellos las preocupaciones y los numerosos logros. Animándoles a trabajar en equipo, a ser empáticos y bondadosos con los que le rodean. A ser agradecidos sabiendo valorar lo mucho que posen.
- Animémosles a enamorarse de la vida, a buscar nuevos desafíos, a aferrarse a los sueños, a querer mejorar día a día. A reflexionar sobre el porqué de las cosas, a verbalizar los miedos, a ser simplemente felices.
Confucio decía: “Nuestra mayor gloria no se basa en no haber fracasado nunca, sino en habernos levantado cada vez que caímos”. Enseñemos a nuestros adolescentes a convertir cada contratiempo en una gran oportunidad para aprender, para mejorar, para intentar buscar la mejor versión de uno mismo. A ver el error como parte imprescindible del aprendizaje, a convertir el esfuerzo y el trabajo en los mejores aliados para seguir caminando, viviendo y disfrutando.
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