Tanto en las aulas como en las consultas, cada vez es más frecuente encontrar a niños tristes, desilusionados, “desmotivados”, que ya desde los siete años dicen frases como estas: “¿para qué lo voy a intentar?, a mí esto me sale muy mal”, “yo no sirvo para nada” “menudo rollo, esto es muy cansado”… ¿Cuáles son las causas del pesimismo infantil y cómo podemos transformalo en optimismo y alegría?
Tradicionalmente, la segunda infancia ha sido un período de ilusiones, un momento de felicidad, cuando el niño va descubriéndose a sí mismo (autoconcepto) y tomando conciencia real de cuántas cosas es capaz de hacer, pensar y sentir por sí mismo (autoestima). De experimentar que el esfuerzo merece la pena, que un trabajo que “cuesta” es más gratificante que lo “fácil”.
También es el momento de inicio de una verdadera socialización, se hacen más frecuentes y estables las relaciones con otros niños y con adultos ajenos a la propia familia, empiezan a surgir así las primeras amistades reales. Sin embargo, cada vez con más frecuencia se está constatando que esto está cambiando.
Causas del pesimismo infantil
La tendencia de algunos niños al pesimismo, la baja autoestima, poco afán de superación, baja tolerancia a la frustración, falta de habilidades sociales, suelen estar motivados por diversos factores:
1. El pesimismo puede tener un origen físico: una mala alimentación, falta de sueño, deficiencias sensoriales, enfermedades son motivos de peso para el pesimismo.
2. Pueden existir algunos factores psicológicos que lleven al niño a este estado (determinados rasgos del carácter, desajustes o alteraciones psicológicas…).
3. Las carencias afectivas en el hogar pueden llegar hacer una profunda mella en el carácter de un chico de esta edad.
4. El pesimismo puede tener un origen social:la actual cultura hedonista que solo valora el placer inmediato, el materialismo, el individualismo, la incesante competitividad puede marcar una personalidad aún sin desarrollar.
5. El pesimismo puede tener un origen familiar: más en concreto en el estilo educativo de los padres, en el ritmo de vida que imponemos a los niños desde muy pequeños (exceso de actividades, de expectativas muy elevadas, poco tiempo al aire libre, soledad…)
La felicidad de los niños: tiempo de calidad
Recientes estudios han revelado que el 40% de la felicidad infantil depende de los padres. Por tanto, se trata de sacar el máximo partido al tiempo que tenemos para estar con nuestros hijos. No es tanto cantidad como calidad.
Lo importante es que lo pasemos bien con nuestros hijos, que la relación sea gratificante para todos. Pasarlo bien con ellos y hacérselo pasar bien a ellos. ¿Cómo conseguir esto?
1. Es fundamental que estemos con nuestros hijos relajados, sin prisas, sin pensar en lo que acabamos de hacer ni las mil cosas que nos quedan por hacer.
2. Debemos idear actividades para casa, el tiempo de ocio, el fin de semana, que sean placenteras para toda la familia. Esto no significa que tengamos que estar todo el día jugando. De lo que se trata es de aprender a realizar cada actividad de la vida cotidiana en un clima relajado y amable. Gratificante no significa falta de exigencia. Más bien, la exigencia debe darse en un clima de calidez, en una buena relación afectiva. Recordemos que la verdadera felicidad del niño pasa por un estilo educativo que se compone a medias de ternura y disciplina.
3. Conocimiento profundo de nuestros hijos. Saber cuales son sus gustos, sus ilusiones, sus capacidades, sus problemas. Para esto es imprescindible escuchar y comprender a nuestros hijos. Saber intuir lo que necesitan o les preocupa. Así evitaremos formarnos una imagen irreal de ellos, hecha a nuestra medida, resultado muchas veces de nuestras frustraciones o fracasos.
Así pues, si observamos que nuestro hijo tiene pocos amigos, ninguna ilusión, está triste, se frustra fácilmente, pasa mucho tiempo solo,… una vez descartados los problemas físicos, es el momento de pensar que los valores (optimismo, alegría, tenacidad,…) no se explican sino que se transmiten con nuestra vida.
Consejos para formar niños alegres
1. Analiza si la alimentación y las horas de sueño son las adecuadas para que pueda desarrollar todas sus actividades diarias con energía y entusiasmo.
2. Quizás sea el momento de volver a analizar las pautas educativas que seguimos en casa respecto a la tolerancia, la autoridad, el cariño,…
3. Piensa en cómo es el tiempo que dedicamos a nuestro hijo, si sabemos divertirnos con él, sin olvidar qué toda circunstancia de la vida es una oportunidad educativa, que tiene que llevarnos a ser y ayudarles a ser mejores personas.
4. Valora si conoces en profundidad a vuestro hijo: qué cosas le gustan, le divierten, qué deseos y aspiraciones tiene, que es capaz de hacer. Y dejarnos conocer por ellos. Del conocimiento mutuo surgirán aficiones y actividades comunes gratificantes para ambos, mejorará la comunicación y se creará el clima adecuado para la verdadera exigencia.
5. Revisa el horario de actividades de vuestro hijo y plantéate si todas ellas son necesarias y verdaderamente formativas. El exceso de actividad, en cualquier persona pero especialmente en los niños, es una fuente segura de estrés.
6. Realiza actividades que le permitan a la vez divertirse estar en contacto con los demás, superar pequeñas dificultades, el contacto con la naturaleza,… como por ejemplo: salidas al campo con marchas adecuadas a su edad, iniciarse en algún deporte como tenis o baloncesto, hacer trabajos manuales o maquetas.
7. Cuando le veas triste o preocupado pregúntale qué le pasa, escíchale atentamente y vayamos enseñándole a interpretar esos contratiempos en clave positiva ayudándole a que él mismo vaya proponiendo soluciones y alternativas.