Los terrores nocturnos constituyen una parasomnia o trastorno del sueño muy común en la infancia. Se presenta en las etapas III y IV del sueño NO REM, es decir, aquellas que corresponden al sueño más profundo. Las edades más frecuentemente afectadas son entre los 4 y 8 años, lo cual se explica por una hiperactivación del sistema nervioso central durante el sueño secundario a la inmadurez de este sistema de regulación.
Respecto al origen de este trastorno, cada vez existe más evidencia de que los terrores nocturnos pueden tener factores genéticos y ambientales implicados. Se ha visto que algunos niños heredan la tendencia a la hiperactivación del sistema nervioso central, anteriormente mencionada. Aproximadamente el 80% de los niños que tienen terrores nocturnos tienen un pariente que también los experimentó o que presentaba sonambulismo (otro trastorno del sueño que suele presentarse en simultáneo) durante la infancia.
Un estudio longitudinal realizado en 390 pares de gemelos monocigóticos y dicigóticos, también llamados gemelos idénticos y mellizos, respectivamente, entre las edades de 18 y 30 meses, concluye que esta parasomnia es parcialmente hereditaria y que, adicionalmente, está condicionada por la presencia de ambientes estresantes, teniendo en cuenta que gemelos que tuvieron un menor peso al nacer que su hermano, que se encontraban hospitalizados, tomando un nuevo medicamento o que tenían un patrón de sueño alterado respecto a su gemelo, presentaban más terrores nocturnos. La limitación de este estudio radica en que la información se obtuvo directamente de las madres teniendo en cuenta las características y comportamientos de sus hijos descritos por ellas, por lo que es probable que pudiesen confundir lo que verdaderamente es un terror nocturno con una pesadilla.
Este precisamente, es un error común en el que suelen incurrir la mayoría de los padres. Para poder diferenciar los terrores nocturnos de las pesadillas, cabe aclarar que si bien en ambos corresponden a una situación desagradable, los terrores nocturnos se diferencian de las pesadillas en varios aspectos. El primero de ellos es la fase del sueño durante la cual se presentan, los terrores nocturnos ocurren en la etapa más profunda del sueño NO REM y las pesadillas suceden en el sueño REM, es decir, el más superficial.
Durante un terror nocturno, el niño súbitamente comienza a llorar o gritar en la cama como si estuviera sumamente angustiado, su corazón late más fuerte, suda y respira más rápido. Sin embargo, pasados unos minutos, el niño se calma y vuelve a dormir normalmente. Luego del episodio, el niño no tiene ningún recuerdo del terror nocturno porque se encontraba dormido mientras ocurrió; contrario a las pesadillas que se suelen recordar al día siguiente y las cuales, pueden despertar a quien las tiene.
Para estos casos, se recomienda a los padres no despertar a sus hijos, esperar pacientemente a que este episodio pase y asegurarse de que no se haga daño. Al despertarlos, se les dificultará conciliar el sueño nuevamente. Los terrores nocturnos no tienen tratamiento, pero teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente, es importante procurar un ambiente tranquilo para el niño y establecer una rutina de sueño para reducir su frecuencia.