Existen muchas cosas para tener en cuenta. Poner límites y normas a los niños es una de los pilares de la educación. Los necesitan para crecer, aprender y relacionarse con su entorno de forma saludable.
Sin embargo, hemos de tener cuidado con el exceso de normas o que estas se conviertan en un enorme listado de cosas que no deben hacer. Porque ¡ojo!, ciertas restricciones pueden hacer que el niño se sienta inseguro y relentizado en su aprendizaje. Algunos ejemplos de estas cosas son:
- Cometer errores
¿A ti te gusta que te regañen y te griten cuando cometes errores? A un niño tampoco, más aun cuando está en pleno proceso de aprendizaje. Lo importante es ayudarles a mejorar día a día y darles el tiempo y las pautas necesarias para que vayan aprendiendo poco a poco a hacer diversas tareas.
- Llorar
Frases como “no llores” sólo enseñan a los niños que llorar es malo. Si cada vez que lloran les regañamos e incluso gritamos, comenzarán a reprimir sus emociones, intentarán no mostrarlas o exteriorizarlas y se convertirán en adultos que no manejan bien sus emociones.
- Decir no
A pesar de ser un niño y a pesar de que nosotros somos quienes marcamos las normas y nuestros hijos deben obedecernos, no quita que el niño no sea un miembro más de la familia con voz y voto.
Frases como “no vuelvas a decirme que no, aquí se hace lo que digo yo y punto“, convierten a nuestros hijos en sumisos y conformistas. Debemos dejar un espacio en el que el niño pueda expresar lo que le apetece o no apetece.
- Expresar su opinión
Va en consonancia con la prohibición anterior. Con la excusa de que son pequeños y “ellos qué sabrán”, no les dejamos espacio para expresar sus propios pensamientos y deseos.
- Ser inquieto, curioso y ruidoso
Los niños corren, saltan y ríen con fuerza. Los niños hacen travesuras, tienen rabietas, desobedecen, son nerviosos, tienen mucha energía, curiosean, se prueban, descubren, se equivocan, etc. Ellos no son muebles de escritorio ¡Son niños! Y así, en definitiva, es como los niños son felices, haciendo ruido.
Nosotros debemos enseñarles a comportarse en cada lugar pero, en definitiva, no podemos obligarles a estar callados, quietos y serios en todo momento. Cuando un niño juega y chilla, es feliz.
Tener miedo
“Los miedos en la infancia son normales. De hecho, hay miedos que están asociados a cada edad, a medida que crecen los niños desarrollan unos miedos y superan otros“.
Nunca debemos prohibir a los niños tener miedo de la oscuridad, de los perros, del médico, de estar solos o de los extraños. No hemos de hacerles sentir avergonzados por tener miedos y sí debemos estar con ellos y acompañarles para poder superarlos.
Preguntar
Los niños a lo largo de su vida pueden hacer decenas, miles, millones de preguntas acerca de cualquier cosa. Incluso aunque tengan la respuesta, ellos preguntan. Estas preguntas pueden catalogarse en fáciles, difíciles, imposibles y “glups”, que son aquellas que nos hacen sudar porque no sabemos ni cómo enfrentarnos a ellas.
Pues bien, ni siquiera en esos casos debemos ignorarles, pedirles que se callen o no contestarlas. Esa comunicación abierta en la que respondemos, aunque estemos cansados a sus preguntas, sienta las bases de un vínculo fuerte entre padres e hijos.