Durante los primeros meses de vida, es muy importante el apego del niño a los padres para que pueda haber un afianzamiento tanto físico como emocional. El colecho, es decir, que los niños duerman en la misma cama que sus padres es un tema controversial, puesto que hay quienes afirman que puede aumentar las probabilidades de asfixia y muerte súbita.
Sin embargo, esta práctica debe realizarse máximo hasta el primer año de vida. Incluso hay quienes dan a consideración que a partir del sexto mes, el bebé duerma en su propia habitación; psicólogos aseguran que lejos de estar haciéndoles un bien, el que los niños no puedan dormir solos interfiere con el desarrollo infantil y psicológico.
Lo ideal es poder mantener una cuna cerca de la cama durante los primeros meses, de manera que pueda haber un acompañamiento y los padres puedan monitorizarlo y alimentarlo cuando el niño así lo requiera, pero no acostarlo en la misma cama.
A partir de los seis meses de edad, es fundamental poder brindarles su propio espacio para dormir. Esto no es solo beneficioso para los padres, sino también para los niños, pues estudios recientes demuestran que, al dormir en otra habitación, concilian mejor el sueño y se despiertan menos durante las noches.
Algunas guías pediátricas recomiendan generar desde temprano rutinas de sueño que permitan que el niño pueda dormir tanto como sea posible fuera de la cama de mamá y papá:
- Refrescarlos en horas de la noche con un baño
- Arrullarlos
- Cantarles una canción o leerles un cuento
Hay que ser conscientes de que se trata de un cambio que al principio puede ser muy complicado, pero es primordial para una crianza responsable. Es posible, que en las primeras semanas de adaptación esto signifique que los padres deban levantarse más veces en las noches, pero también podría hacer que el niño aprenda a reposar por sí mismo.
