Trucos para una buena relación con tus hijos adolescentes

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Hablar con nuestros hijos es una tarea difícil pero ineludible. Cada día se nos presentan infinidad de ocasiones para hacerlo y lo dejamos pasar sin percatarnos de su importancia.

Una interesante lectura en la revista Hacer Familia sugiere las siguientes maneras para llegar al corazón de sus hijos con buenas palabras y respeto.

Frases que los adolescentes no quieren oir

¿Qué frases de las que decimos la mayoría de los padres molestan más a nuestros hijos? Está claro que todos las conocemos, y que en el fondo pensamos que no las decimos, nosotros no, por supuesto. No queremos decirlas, porque nos prometimos a nosotros mismos que nunca diríamos esas cosas que tanta rabia nos daba que nos dijeran nuestros padres. Y aquí estamos, con el boletín de notas de nuestro hijo adolescente lleno de suspensos en la mano y diciendo…

YA TE LO DIJE”: son, con diferencia, las palabras que más ‘mosquean’ a un adolescente oídas de los labios de alguno de sus padres. Esta frase tiene algunas variantes, como “Se veía venir…, estaba claro…, si me hicieras más caso…”.  Antes de oírlas es posible que por la cabeza del hijo ya paseen pensamientos como “Claro, ellos lo saben todo…, Se creerá que quería suspender…., Ya estamos, el rollo de siempre…, Aguanta campeón, en un rato se acabó”.

“PORQUE SÍ”“porque lo digo yo, porque estás en mi casa…“. A lo que ellos interiormente se van contestando “porque no tienes ni idea*, no sabes qué decirme*, es injusto…, esto en mi casa no pasará”. Y hay otras tantas ocasiones en las que ya no son las palabras lo que se interpone entre nuestros hijos y nosotros. No es raro que alguna vez nos hayamos oído, o nos oiremos: “Todo me lo dices enfadado”,  “Parece que todo lo hago mal”. Y puede ser cierto que nuestra forma de dirigirnos a ellos esté ya mediatizada por nuestro pensamiento de que da igual que lo digamos una y mil veces, si no han hecho caso en las quinientas mil restantes, por qué iban a hacerlo ahora. Pues aquí creo que debe estar el cambio de nuestro discurso: no nos dirijamos a ellos con la actitud cansina del que está harto de decir siempre lo mismo. Tenemos la autoridad que nos confiere nuestra tarea de padres y madres. No necesitamos imponernos autoritariamente.

A estas alturas nuestros hijos conocen sobradamente las normas de nuestra familia y las consecuencias de su incumplimiento. Y nosotros sabemos que ellos están aprendiendo a vivir. No digamos las cosas de siempre. Seamos creativos. Si no lo podemos ser en el contenido (el horario hay que cumplirlo, el orden en la habitación es indispensable, las horas de llegada hay que respetarlas, no se levanta la voz, se come en la mesa con todos, no se usa el smartphone después de las 12 de la noche..), seamos creativos en la actitud. Renovemos nuestra ilusión cada día. Cada hijo tiene su momento.

Consejos para pensar antes de hablar con los adolescentes

1.  Para saber hablar hay que saber escuchar. Antes de reconvenir a nuestros hijos escuchémosles sinceramente. En muchas ocasiones una auténtica escucha activa por nuestra parte conseguirá que ellos mismos se den las respuestas o las razones que necesitan para rectificar o mejorar su conducta.
Cada uno de nuestros hijos debe alcanzar el convencimiento personal que le lleve a elegir el bien. No pueden actuar por nuestro autoritarismo. Es necesario para su desarrollo personal y para una auténtica relación entre ellos y nosotros.

2.   A nadie le motiva oír repetidamente el mismo discurso. Si oímos tres veces al mismo orador, o este es excepcional, o desconectaremos nada más oír por tercera vez el título de la conferencia, así como tampoco nos leemos continuamente y sin tregua la misma novela, por mucho que ésta nos guste. ¿Por qué esperamos entonces que nuestro hijo adolescente nos escuche con atención día tras día, si siempre decimos lo mismo?

3.   Hay frases que por sí mismas denotan un cierto menosprecio hacia la persona a la que se la dirigimos. Un “Ya te lo dije”, aunque sea dicho con la mejor de las intenciones nos está colocando prepotentemente por encima y esa actitud no hace sino poner barreras a la comunicación con un hijo adolescente.

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