Según un estudio publicado en «Developmental Science», los bebés que crecen escuchando dos idiomas permanecen «abiertos» a los sonidos de otras lenguas por más tiempo.
Además, esta actividad supone un buen estímulo para sus cerebros y en especial para la función ejecutiva, un conjunto de capacidades mentales que le serán muy útiles y que incluyen la resolución de problemas, el control de la atención o la planificación, entre otras.
Así que, los más pequeños tienen una mayor facilidad para escuchar, familiarizarse con la nueva lengua y, finalmente, convertirse en bilingües. Por eso, que los padres introduzcan una nueva lengua en casa desde que los niños son bebés darán el primer paso para lograr el bilingüismo.
“El cerebro del bebé de 11 meses de edad aprende el idioma o los idiomas que estén presentes en su entorno, y tiene el mismo nivel de capacidad para aprender dos idiomas que para aprender uno“,
resalta Naja Ferjan Ramírez, investigadora del Institute for Learning & Brain Sciences (I-LABS) de la Universidad de Washington.
Actualmente, el bilingüismo es una realidad en muchas familias. Hoy en día, es normal ver cómo en muchos hogares, padres y madres, bien por sus orígenes o por el mero interés de que sus hijos aprendan nuevos idiomas, hablan a sus hijos en una lengua diferente a su lengua materna. Además del estímulo que se consigue hablando a los bebés en otro idioma, la facilidad con que los más pequeños lo aprenden, está relacionada directamente con la edad a la que empiezan a hacerlo.
Diversos estudios han señalado que, en los primeros años de la infancia, se desarrollan determinadas zonas del cerebro fundamentales en el aprendizaje lingüístico.
La importancia de la edad para aprender idiomas
Los niños, desde el momento en el que nacen hasta que cumplen los siete años, tienen una gran facilidad para aprender una segunda lengua. Sin embargo, pasada esa edad, aprender otro idioma será cada vez más difícil, y su capacidad de asimilación irá disminuyendo poco a poco y mucho más rápidamente una vez llegada la pubertad.
Las bases de una lengua materna se crean antes del primer año de vida. Así, a partir de los seis meses, los bebés comenzarán a asimilar los sonidos que oyen a su alrededor, escuchando con atención a los adultos y registrando los sonidos que éstos pronuncian. Durante los dos meses siguientes, su cerebro los grabará y con ello creará las bases para su desarrollo social, emocional y cognitivo.
Sin embargo, a partir de los 8 meses, el bebé, de una manera inconsciente, descartará todos aquellos sonidos que no pertenezcan a su lengua materna, es decir, todos aquellos sonidos que no esté acostumbrado a oír. Este registro de sonidos le va a permitir, a partir de entonces, distinguir entre los sonidos de su lengua materna (o de las lenguas que considera familiares) de aquellas que, desde este momento, considerará lenguas extranjeras.
Aunque el bebé no hable, aprende
Las personas bilingües, aunque en su día a día hablen una sola lengua, tienen activadas las dos lenguas en su cerebro. Siempre tendrán que realizar una serie de procesos que mantendrá ambas lenguas activas: escoger una de las dos lenguas para hablar o escribir y descartar la otra, evitar que el segundo idioma interfiera cuando se está hablando en la lengua materna, etc. Esto implica que las personas bilingües ejerciten en su cerebro las dos lenguas aunque no usen la segunda lengua constantemente.
Del mismo modo, los bebés que crecen en un hogar bilingüe, aunque aún no hablen, pueden diferenciar distintas lenguas que antes no habían escuchado e incluso distinguirlas al ver cómo se hablan sin sonido, como si estuvieran leyendo los labios.
Esto significa que los bebés no necesitan hablar una lengua para distinguirla y para comenzar a entenderla, sino solo escucharla de forma cotidiana. Por eso, que los padres comiencen a hablar a sus hijos desde que son bebés en otra lengua que no sea su lengua materna, se convierte en la mejor forma de facilitarles su aprendizaje.
Por: Hacerfamilia