Fisuras anales en los niños

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Las fisuras anales son pequeñas erosiones generalmente de poca profundidad a nivel del margen anal.

Son más frecuentes en lactantes y niños pequeños y casi siempre serán secundarias a la expulsión de deposiciones de gran diámetro que resquebrajan la mucosa anal que se distiende durante la defecación.

Se presentan acompañadas de gran dolor al defecar y es apreciable la presencia de sangre fresca (roja) en la superficie de las heces y en el papel o toallita utilizado para la limpieza. Puede haber deposiciones dolorosas sin que se aprecie sangrado, debiéndose el dolor a la distensión del ano.

Con frecuencia los padres acuden con el niño con un componente de ansiedad evidente, por lo que lo primero tras explorar al niño es explicar a los padres la benignidad del proceso.

En la exploración podremos apreciar la presencia de los pequeños desgarros de la mucosa que no es raro se aprecien en fase de cicatrización o ya cicatrizadas. En general, las lesiones se localizan en la línea media (a las 6h y las 12h) pero pueden existir en toda la circunferencia.

Cuando las lesiones son grandes, profundas y rebeldes al tratamiento, y sobre todo en niños mayores,  puede ser necesario descartar una enfermedad inflamatoria intestinal (se realizará una biopsia y una colonoscopia) o unos malos tratos.

Tratamiento

El tratamiento fundamental está encaminado a corregir el estreñimiento responsable de las fisuras, donde la dieta juega un papel principal.

A nivel local es necesario extremar la higiene para evitar la infección de las lesiones que es poco frecuente.

Es preferible no utilizar papel para limpiar al niño, sino lavarle con agua jabonosa y secar con una toallita sin alcohol. Pueden utilizarse cremas locales que combinan un antibiótico con un antiinflamatorio pero su uso no se ha demostrado indispensable.

Generalmente a pesar de haberse curado de las fisuras e incluso del estreñimiento, el niño continúa llorando al defecar como consecuencia del miedo adquirido que es más difícil de solucionar que las propias fisuras.

Aquí el problema radica en que el miedo al dolor favorece el estreñimiento, y este, la reaparición de las fisuras. La administración de analgésicos es poco eficaz, siendo preciso “tener paciencia”.

De: saludinfantil.com

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