Mucho se ha hablado de la importancia del apego en la infancia y de los beneficios que reporta a los hijos. Fomentar este vínculo a través del afecto y del cariño es algo que todo padre debe hacer desde que los niños son pequeños.
Pero, ¿qué consecuencias puede tener descuidar este terreno? ¿Cómo pueden medirse los efectos negativos de esta ausencia?
El estudio realizado por la organización Sutton Trust, dedicada a la mejora de la movilidad social, en donde se ha enfocado en analizar los efectos a largo plazo de la falta de este vínculo en los niños. Un trabajo donde se ha seguido de cerca a 14.000 menores y el afecto que le profesaban sus padres, una relación que los responsables de esta investigación denominaron como “apego seguro”.
Adultos agresivos
Tras analizar estos 14.000 casos, y su evolución con el paso del tiempo, se comprobó que aquellos menores de tres años que no formaron vínculos de “afecto seguro” con sus padres presentaron más probabilidades de ser agresivos, desafiantes e hiperactivos como adultos. Estos nexos de “apego seguro” aparecen gracias a las atenciones que los padres prestan desde que sus hijos son pequeños y la respuesta a sus necesidades físicas y afectivas, como abrazarles y consolarles cuando lloran.
“Cuando los padres sintonizan y responden a las necesidades de sus hijos y son una fuente confiable de consuelo, los niños aprenden a manejar sus propias emociones y conductas”, explica Sophie Moullin, doctora que participó en la realización de este trabajo.
“Estos apegos seguros a sus madres y padres brindan a estos niños una base desde la cual pueden prosperar en todos los sentidos”, concluye la especialista.
Las acciones propias del “afecto seguro” apoyan el desarrollo social y emocional de los niños. Un beneficio que a su vez fortalece su desarrollo cognitivo. De esta forma, un menor que ha desarrollado este vínculo presenta más posibilidad de ser resiliente e su etapa adulta a la hora de enfrentarse a distintos problemas, una situación que ya pudo verse en la etapa escolar de los menores que conformaron la muestra de este análisis.
“Cuando los bebés indefensos aprenden temprano a que sus llantos serán respondidos, también aprendenn que sus necesidades serán satisfechas, y es probable que formen un vínculo seguro con sus padres”, explica Susan Campbell, profesora de Psicología y participante en este trabajo, quien también añade que ” cuando los cuidadores se sienten abrumados debido a sus propias dificultades , es más probable que los bebés aprendan que el mundo no es un lugar seguro, lo que los lleva a sentirse necesitados, frustrados, retraídos o desorganizados.”