“La pandemia y la cuarentena trae consecuencias psicológicas para todos, y para los chicos de manera más completa porque la infancia es un tiempo formativo y constitutivo de la subjetividad y es la base de que va a ser cada uno como persona”, indicó Federico Musicmann, licenciado en psicología, consultor y capacitador de equipos escolares.
El experto dijo que “la infancia tiene como característica principal la etapa de los juegos” que posibilita “el armado del sujeto. Jugar es una cuestión fundamental para cualquier niño porque arma su propia subjetividad”, apuntó.
Para el especialista, “la infancia es una etapa donde hay miedo” y “es normal que haya miedo. Una cosa son los miedos acordes a la etapa de la infancia, a la oscuridad, a quedarse solos, a la muerte. Y otra cosa son los miedos” que surgen en la pandemia. “El miedo externo”, apuntó.
Sobre cómo afrontar esta situación en cada casa, Musicmann dijo que “hay familias que potenciaron, sin querer, mucho más el miedo de los niños de manera que ya están siendo marcados”.
Federico Musicmann es supervisor clínico del Equipo de Dirección y del Equipo de Artistas de Alegría Intensiva, Payasos de Hospital, una ONG que se centra en mejorar la experiencia hospitalaria de niños, niñas y adolescentes, sus padres y el personal de los hospitales a través del arte y el clown.
Consejos de la Unicef
Desde hace unas semanas parece que no se habla de otra cosa que no sea el COVID-19 (“el coronavirus”): en los medios, en las calles, en las familias, en los centros educativos y hasta en las aulas de educación infantil.
No parece el tema más adecuado para hablar en la asamblea de infantil, pero a veces los niños y niñas son quienes lo proponen porque están nerviosos por la expectación que notan a su alrededor y necesitan expresarse.
Proteger sus emociones
Los niños y niñas muy pequeños aún no han adquirido la madurez suficiente para poder entender algunos aspectos biológicos, sociales y económicos de las enfermedades. Habitualmente, cuando hablamos con ellos sobre los problemas de salud empleamos eufemismos como llamar a virus y bacterias “bichitos invisibles”, referirnos a la enfermedad como “pupa” o decir que la gente enferma “está malita”. Estas imprecisiones no contribuyen a su formación científica (para la que aún habrá tiempo) pero contribuyen a otro aspecto muy importante de la educación en esta etapa: proteger su bienestar emocional.
La prioridad en esta etapa debe ser, precisamente, proteger a niños y niñas de toda aquella información que aún no pueden procesar y que les puede llevar a desarrollar ansiedad y miedos debido a la incertidumbre. En este sentido conviene:
Evitar que vean o escuchen noticias y reportajes con un enfoque sensacionalista o morboso de la situación.
Evitar que se expongan mucho tiempo a noticias sobre el problema, aunque el tratamiento sea adecuado: el tiempo que dedicamos a un tema también puede transmitir inquietud, aunque el tono no sea alarmista.
Evitar involucrarlos en conversaciones de adultos sobre la situación, especialmente si son acaloradas o incluyen bromas y dobles sentidos: aunque no estemos hablando con ellos, saben de lo que hablamos y sacan sus propias conclusiones.
Dedicar tiempo a resolver sus dudas e inquietudes, en un lenguaje adaptado a su capacidad de comprensión, pero no engañoso. Si sientes que te faltan recursos para transmitir información, puedes recurrir a algunos de los cuentos que se editan cada año sobre salud y enfermedades, ya que permiten a los niños y niñas procesar el impacto emocional a través de la imaginación. En tu biblioteca o librería más cercana podrán recomendarte algunos títulos interesantes.
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Proteger su salud
En este momento del desarrollo es también muy importante sentar las bases de las competencias de autoprotección que les permitirán ser responsables sobre su salud y la de otras personas a lo largo de su vida. No es necesario un tratamiento exhaustivo de las causas y efectos de las enfermedades para empezar a incidir educativamente en conductas de protección que sí están al alcance de niños y niñas desde edades muy tempranas y que además les permiten desarrollar su sentido de autoeficacia y su seguridad en sí mismos:
El lavado de manos con agua y jabón: no solo aprender a lavarse bien las manos, sino adquirir el hábito y ser capaces de demandar y promover esta necesidad en diferentes contextos (por ejemplo: recordárselo a otros niños, acordarse en un restaurante…)
Reconocer las circunstancias cotidianas en las que estamos en contacto con suciedad y ser capaces de tomar precauciones.
Por ejemplo: manejo de tierra, contacto con animales domésticos, precauciones frente a basura y heces…
Aprender e interiorizar aquellas medidas higiénicas que protegen a los demás, por ejemplo: el uso de pañuelos y servilletas, aprender a sonarse y a limpiarse, evitar compartir cubiertos y vasos…
Adquirir respeto por el entorno: pequeñas contribuciones a la higiene doméstica y escolar, adquirir el hábito de tirar los desechos a la basura, conocer la importancia de la limpieza del entorno, de la ropa, de la vajilla…
Prevenir la violencia
A esta edad aún no tenemos la capacidad de reflexión necesaria para hacer un análisis crítico de las informaciones erróneas, malintencionadas o prejuiciosas. No podemos evitar que los niños y niñas entren en contacto con determinadas opiniones, pero tenemos que prestar especial atención porque incluso lo que un niño o niña un poco más mayor podría entender como un chiste puede ser tomado literalmente por los más pequeños.
En este sentido es muy importante dedicar un tiempo extra a detectar los malentendidos que pueden estar afectando a su percepción de salud y la enfermedad porque pueden sentar las bases de estereotipos y prejuicios duraderos. Por ejemplo:
– “Mi vecino chino es un coronavirus”.
– “Si tu abuela tose se va a morir”.
– “Hay que alejarse de los viejos”.
– “Los pobres contagian enfermedades”.
A veces, por más que nos esforcemos en tratar adecuadamente y con sensibilidad estos temas en el aula o en familia, no podemos evitar que las conversaciones entre niños y niñas se conviertan en un “teléfono escacharrado”. A pesar de que es comprensible y que, en edades muy tempranas no hay realmente malicia en los comentarios, es muy necesario reconducir las percepciones erróneas que puedan estarse formando sobre determinadas personas o colectivos, para evitar que, con el tiempo, se conviertan en algo más grave.
Recuerda: el ejemplo vale más que las palabras
A cualquier edad, pero muy especialmente con los más pequeños, de poco vale enseñar a lavarse las manos si no nos ven a nosotros hacerlo a menudo. Tampoco tendrá mucho efecto lo que les digamos sobre estar tranquilos si perciben nuestro nerviosismo o que les regañemos por llamar “coronavirus” a alguien si luego nos oyen a nosotros hacer chistes que no saben interpretar. En una etapa del desarrollo en la que las habilidades lingüísticas aún no están plenamente desarrolladas gran parte del aprendizaje se realiza por imitación y tiene un alto componente emocional. La educación de los más pequeños es un esfuerzo que nos puede obligar a emplear todos los sentidos.
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