Como bien dice el refrán, ‘prevenir es mejor que lamentar’. La sabiduría popular es un ejemplo de lo que sucede en muchas familias, justo después de terminar las celebraciones de Halloween.
De acuerdo con las estadísticas del Departamento de Policía de Nueva York, un importante número de niños desaparece en la noche de esta celebración y, según datos de clínicas en todo el mundo, las cifras de apendicitis y enfermedades gastrointestinales, aumenta.
Las celebraciones infantiles son un momento especial en la vida de cada niño. En ese instante, aprovechan para disfrutar golosinas y comidas que en el día a día no se permiten o se consumen muy rara vez. Por eso, halloween es el instante perfecto para romper todas las normas, con autorización de los adultos.
Es innegable que al recibir un puñado de dulces, el niño pruebe un par que aumenta a 3, 4 y más mientras dura el recorrido típico para recibir las golosinas.
Ante esta situación, padres y cuidadores deben mantenerse atentos para evitar que el pequeño coma una cantidad exagerada de dulces. ¿Por qué razón? Si bien halloween está creado para celebrar, el consumo desmesurado de azúcar en los niños provoca desórdenes de sueño -producto del subidón de azúcar- o en casos severos, hiperactividad.
Si el consumo de dulces se realiza por corto tiempo, el primer indicio de exceso son las molestias gastrointestinales que producen dolor de estómago, diarrea, vómito y fiebre. Los casos más severos pueden dar origen a un cuadro de apendicitis, patología que debe atenderse de forma inmediata.
Si esta conducta permanece en el tiempo, la ingesta de golosinas se convierte en un factor desencadenante de obesidad, diabetes o desniveles de glucosa en el organismo.
Querido lector, no olvides que los dulces y golosinas están prohibidos en bebés hasta los 6 meses y limitados en niños hasta los 2 – 3 años. Éstos deben ser entregados de forma responsable y medida, de acuerdo a la edad del pequeño para que su estado de salud se mantenga en perfectas condiciones.
Redacción Pediatría y Familia
